
Es cierto que nos independizamos de España hace 188 años; pero es verdad también que esa independencia no benefició a todo El Salvador; sino más bien a una pequeña oligarquía criolla, una minoría de raza blanca que eran hijos de españoles nacidos en estas tierras centroamericanas y que representaban apenas un 3 % de toda la población.

Es decir, que ni las riquezas ni la justicia se distribuyeron de manera equitativa para todos a partir de la Independencia de España. ¿Cómo se iba a convertir entonces en un país de avanzada nuestro El Salvador cuando a los indígenas y a los mestizos -más del 95 % de la población- se les veía con desprecio y se les trataba como ciudadanos de segunda categoría?
¿Somos entonces independientes, cuando el mayor anhelo de los salvadoreños pobres es escapar de este terruño, que llamamos patria, para buscar un mejor futuro en otro país?
El Salvador será un país independiente el día en que los políticos decidan hacer las cosas sin egoísmo y pensando en nuestros más sufridos compatriotas. Será un país independiente el día en que las minorías que ostentan el poder –y que están representadas por los partidos de derecha- deseen de corazón vivir en un país pujante del que puedan sentirse orgullosos ante cualquier país del mundo.
El párrafo anterior es tan difícil de que ocurra en la realidad, por lo que no nos queda al pueblo otra cosa más que luchar día a día por conseguir las cosas que en otros países es lo más natural del mundo, como tener derecho a la libre expresión, trabajar por un salario digno, erradicar la pobreza y conseguir la salud y la educación universal.
Óscar Perdomo León