Creo que la indignación e impotencia se han apoderado del pueblo salvadoreño. No se encuentran siquiera adjetivos adecuados para describir el horror que han visto nuestros ojos últimamente. 14 personas inocentes, pobres, sin distinción de edades, fueron quemadas vivas, inmoladas de la manera más salvaje.
Y mientras tanto los políticos salvadoreños, sin distinción de colores, los funcionarios que son pagados con los impuestos que salen del pueblo, han estado haciendo gastos de lujo, superfluos. La corrupción y la insensibilidad social no tienen límites en El Salvador.
Esta violencia es hija de la exclusión social y del desmembramiento de la familia. Esta violencia es cosecha de lo que se ha cultivado las décadas anteriores, es el producto de una post guerra mal planificada.
Y el gobierno de Mauricio Funes, que le dio una gran esperanza al pueblo, es ahora una inmensa y verdadera decepción. El más grande error que ha cometido este gobierno es no alentar el castigo para los ladrones y corruptos de los gobiernos anteriores, porque se ha dado un mensaje callado, pero contundente, de que aquí en El Salvador es mejor ser criminal que honrado. Y esa cultura de la ilegalidad se expande por todo el territorio salvadoreño, desde los conductores y peatones que no respetan las leyes de tránsito, pasando por las licitaciones amañadas de las instituciones gubernamentales, hasta los crueles asesinatos que ocurren diariamente.
Es decir, la sensación generalizada del pueblo es que aquí las leyes protegen más a los delincuentes que a las víctimas.
¿Qué nos queda por hacer a los ciudadanos honrados, que creo que somos la mayoría? Hacer lo que tenemos a nuestro alcance –que no es poco-: empezar a responsabilizarnos de nuestros hijos y disciplinarlos con mano firme, pero amorosa. Y brindarles educación, haciendo que amen a su patria y respeten a su prójimo.
Texto y fotografía:
Óscar Perdomo León
Completamente de acuerdo con usted Doctor, el empezar a crear disciplina es un cambio lento pero seguro. En esto creo que las iglesias tenemos una gra deuda con la sociedad salvadoreña
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La solución que das es muy buena como medicina a largo plazo y creo que es lo mejor que se puede hacer.
Pero y a corto plazo?
A esos criminales los deben de tratar con todo el peso de la ley, sin paños tibios.
Carmen.
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Estoy consternado con ese hecho tanto que lo he negado inconscientemente.
Es lamentable, y peor que los muertos lo ponen solo la gente humilde.
Esto me lleva a pensar en las objetivo y motivaciones que dieron lugar a la guerrilla, con sus sabotajes, ataques sorpresa y ajusticiamientos, y la opcion por la justicia y protecciòn al desvalido, que hoy se ven como parte de esa historia que no se quiere recordar.
El pueblo se tiene que organizar, no se como, todavia no se, pero estoy pensando en una soluciòn que ya demostro historicamente viable.
Las demàs son con las reglas que han demostrado incapacidad.
Pero como te digo estoy consternado y confundido.
saludos
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Qué bien se siente coincidir, Jonathan. Gracias por su comentario.
Tenés razón, Carmen, el peso de la ley debe caer sobre ellos. El problema es aquí la ley difícilmente se cumple. Es una cuestión de ética y moral de quienes ejercen la ley. Gracias por comentar.
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Chino Milton: creo que todos los salvadoreños nos sentimos muy consternados e indignados con ese hecho espeluznante. Que el pueblo se organice creo que es una gran parte de la solución.
Si te sentís confundido, este es el momento para que te tomés una pausa para reflexionar.
Un abrazo.
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