ALGUNOS RECUERDOS DE NIÑEZ. LA FELICIDAD (tercera parte)


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LA FELICIDAD

Cuando era niño, nunca relacioné la felicidad con las comodidades de un hogar ni, como lo suelen hacer muchas personas, con el dinero.

Para mí la felicidad consistía en correr libremente, saltar, trepar árboles, cantar…

Sólo era un niño, una edad, una época. Yo era entonces sólo la simplicidad de ser.

No importaban en lo absoluto las apariencias o la lucha interminable por tratar de sobrevivir el día a día, como pasa en el mundo de los adultos.  En la niñez, las cosas simples como el sabor de una fruta en la boca o acostarse boca arriba en la grama del parque para mirar las formas de las nubes, era en realidad la felicidad.

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Junto a Mario, mi hermano menor.

La felicidad era tener a mi hermano Mario junto a mí,  siempre listo para jugar conmigo. La felicidad era mirar a mi hermana Wendy intentando dar los primeros pasos cuando cumplió un año de edad. La felicidad era mirar a mi mamá tranquila, sentaba en una mecedora leyendo un libro. La felicidad era que mi papá me llevara a Ahuachapán sólo para invitarme a una hamburguesa en «El Parador». La felicidad era pegarle con ganas a una piñata.

La felicidad era tener papá y mamá.

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La felicidad era deslizarnos en patines. Arriba y abajo: mi hermano Mario.

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¿Podemos ser un poco felices hoy que somos adultos? ¿Cómo encontrar la felicidad?

Bueno, tener la felicidad para siempre es imposible, porque en verdad es sólo un estado emocional que, como todo en el universo, cambia a cada momento. Podemos quizás aspirar a una cierta serenidad.

Pero creo que, aunque el ser adulto es otra etapa en que hay nuevos intereses y responsabilidades, un buen consejo para ser feliz  sería mirar de vez en cuando hacia nuestra niñez y aprender de ella.

Escrito por

Óscar Perdomo León

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