
El que no levantaba los brazos y ponía cara de “me cayeron” al escuchar esta orden, era un marciano. O nunca había visto una película de vaqueros. Mucho menos había “jugado de vaqueros“.
La orden venía en el más puro inglés aprendido en las películas y significaba:¡Manos arriba! El capturado podía llevar el inglés a su máxima expresión y contestar: “¿Guatsamaral yu?”
En mi niñez no había powerangers, pokemones ni hombrearañas. Los héroes eran de carne y hueso, hablaban en inglés y eran muy diferentes a los de hoy. En primer lugar, el héroe era bueno, no como hoy que no se atina, y en segundo, no era “el héroe”, era “El Tipo”.
A nadie se le iba a ocurrir, al momento de organizar el juego y repartir roles, decir: “¡Yo soy el héroe!”; semejante pipianada sonaba ridícula. Imagínense como quedaría actualmente decirle a alguien “Vos sólo de héroe te la querés llevar” o exclamar: “¡El héroe nunca muere!”. No, era el Tipo y punto.
Su procedencia era netamente cinematográfica. El Tipo por excelencia protagonizaba las películas de vaqueros (no cow boys, por favor). ¿Cómo era? Bien tipo.
Para comenzar usaba sombrero blanco. El resto de la vestimenta podía variar, desde los bluyines y camisita metida bien limpita, de John Wayne o Audie Murphy, con una sola pistola; hasta el traje de vaquero de un sólo color, con unas cintitas de cuero que adornaban la camisa, botas federicas con puntas de plata y dos pistolas en sus respectivas cartucheras, también con adornos de plata. Este era el uniforme de los “vaqueros cantantes” como Dick Foran o Roy Rogers, que montaban unos caballos blancos espectaculares, tan llenos de adornos como su dueño.
Mi primo era seguidor de Dick Foran y lo mencionaba a cada rato. Como yo no sabía bien quién era, le pregunté “¿Cuál es ése?” y me aclaró: “El que canta Guameri”. El inglés no era un problema para nosotros.
A todos los unía un detalle: se podían agarrar a cachimbazos con 20 bandidos, caer del caballo o tirarse a un precipicio, pero jamás de los jamases se despeinaban, mucho menos se ensuciaban la ropa; medio se sacudían y ya.
Otro detalle común es que el Tipo tenía un compañero de aventuras, casi siempre llamado Billy. Era el que le hacía mandados, orejeaba o aguantaba cachimbeadas. Medio tonto y divertido, a veces, de puro chiripazo, terminaba salvando al Tipo. Y al final, se quedaba con la amiga de la novia del Tipo (Medio babosa también).
Algunas películas las veíamos en el cine, pero la mayoría en televisión; no eran dobladas al español, sino subtituladas, y como no sabíamos leer bien, entendíamos a nuestro modo.
Por suerte, todas las que pasaban por televisión mi papá ya las había visto en el cine y me ayudaba a entenderlas. Por ejemplo, cuando yo no atinaba qué le había dicho el bandido al Tipo mientras lo encañonaba, le preguntaba “¿Qué le dijo, papá?” y él me respondía: “Que tiene car’e culo”. Mi papá tampoco tenía problemas con el inglés.
Además de las películas, había también series de vaqueros en televisión. En éstas, había un Tipo que se salía del guacal en cuanto a vestimenta: El Jinete de la Pradera, que usaba traje tipo indio, con flequillos, y calzaba unos mocasines que se veían bien ricos. Su mayor gracia era la agilidad con que saltaba para subirse al caballo.

Otro distinto era Randall el Justiciero, que en lugar de pistola usaba una escopeta recortada calibre 12, que soltaba unos grandes “mameyazos”.
También estaba El Hombre del Rifle, quien se pasaba todo el programa aguantando lo que cayera: provocaciones, humillaciones y hasta golpes, pero al final sacaba el rifle y ¡Pum, pum! ponía las cosas en su puesto y después se iba todo serio para su casa. Lucas Mc Key se llamaba y su nombre fue usado en nuestro medio como sinónimo de “loco” durante mucho tiempo.
Volviendo al juego de vaqueros, la mayor dificultad era elegir quién sería El Tipo. Todos queríamos serlo, pero sólo había cupo para uno, mientras que para bandidos sobraban. Esto dio lugar a una regla tácita: El Tipo sería el que tuviera la pistola más chiva.
Le seguían el jefe de los bandidos, los otros buenos y el marón de bandidos, que podían usar hasta un palo como pistola. A veces el papel de malos lo jugaban los indios, con arcos y flechas imaginarios, que hablaban “en indio”, por ejemplo: “Tú – no -cer -nada -mí – sino – yo -matar- usté” (Frase registrada por Güicho Martínez).
Para los argumentos del juego no había problemas, nos fusilábamos el de alguna serie o película como base y lo demás surgía en el camino. Lo bueno eran los cambios imprevistos. Podía pasar que alguno se aburriera de ser malo y pedía cambiar de bando; ocurría también que se incorporaba otro con una pistola más chiva y ese sí era un problema: ¿Cambiábamos de Tipo? ¿Y qué pasaba con el tipo anterior? Después de una buena deliberación, con pleito incluido, se tomaba una decisión salomónica: Nombrábamos Sheriff a uno de los dos.
Ahora bien, todo podía descalabrarse cuando aparecía la mamá del Tipo y lo mandaba a hacer los deberes o, lo más humillante, a la tienda; inmediatamente, aunque se reincorporara al juego, perdía su categoría de Tipo.
Había Tipos en todas las películas que veíamos: de guerra, detectives, extraterrestres y hasta en las románticas; pero el auténtico Tipo era vaquero.
Quiero agregar que esto es un pequeño homenaje a un actor cuyo nombre se perdió en el tiempo, pero que era infaltable en las viejas películas de vaqueros, esas con diligencias, chicas de Saloon y bandidos con pañuelo en la cara: Cucharita.
Los verdaderos conocedores saben de quién hablo; los que no lo son, se lo perdieron.
Texto:
Carlos Bautista
Fotografías extraídas de: http://images.google.com.sv/images?hl=es&source=hp&q=cowboys&lr=&um=1&ie=UTF-8&ei=FeHxSvWgDIKf8AatxMWDCQ&sa=X&oi=image_result_group&ct=title&resnum=16&ved=0CFEQsAQwDw
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