El erotismo, sin que sea confundido con pornografía, es una fuerza que toca con intensidad una fibra interna en los hombres y en las mujeres. Y en el caso de algunos dibujos tan artísticos, sensuales, de unos ojos masculinos que miran a la mujer, como los del peruano Alberto Vargas, el erotismo roza con algo que podríamos llamar poesía visual.
Pero no sólo sobre un papel o sobre el lienzo de un pintor podemos hallar arte. Algunas mujeres son tan bellas en persona que nos hacen admirarlas y fantasear sobre ellas. Pero no es tanto el «físico perfecto», al que nos tienen condicionados los medios de comunicación masivos mundiales, que es como un alud en donde tales o cuales medidas son «las correctas» o esta o aquella raza es «la mejor». Es más bien la actitud provocativa, la seguridad al caminar o al hablar, es la mirada impetuosa que puede quemar a los hombres más fríos, la breve, pero muy breve pose de sincera altanería para pasar inmediatamente a una sonrisa sensual…
…es el aroma, el movimiento de una mano al tocarse el cabello, la entonación de la voz y la risa…
La sonrisa es un punto crucial en cualquier relación; pero en especial la sonrisa espontánea puede ser una arma erótica muy eficaz.
Las manos y los pies bien cuidados, las uñas ligeramente largas en las manos, bien recortadas en los pies, son como brillantes y perlas eróticas en las mujeres bellas.
El erotismo es el puente sinuoso y divertido que conduce al sexo. Y una vez que lo cruzás, podés alcanzar la parte más deliciosa del sexo, que es cuando te entregás con ganas a tu pareja. Y esa sensación de delicia se incrementa cuando estás enamorado de tu mujer. Entonces es cuando soltás las inhibiciones, como quien deja escapar un ramo de globos, y te sumergís en la búsqueda de la satisfacción de tu novia o de tu esposa, y de vos mismo además, tratando de despertar y atrapar la empatía, la intuición, la ternura…
…para que poco a poco crezca y crezca hasta que se eleve a un estado en donde dos se convierten en uno, física y espiritualmente. Es algo tan intenso y gratificante que la delgada línea entre el amor dulce y la lujuria salvaje parece desvanecerse, todo se mezcla, todo se esparce, y todo se vuelve a mezclar, las emociones y las secreciones, las miradas y los quejidos…
El placer de poseer. El amor fluyendo en mil direcciones…
Texto:
Óscar Perdomo León