Una de las más maravillosas películas que he tenido la oportunidad de ver ha sido «El violín rojo», una obra cinematográfica de 1998 del canadiense-francés François Girard.
La historia toda gira en torno a un violín fabricado por el italiano Nicolo Busotti; su esposa está embarazada y él piensa darle el instrumento musical a su futuro hijo. La mujer de Busotti consulta con una pitonisa que lee las cartas y que le revela un destino fatal: la mujer muere en el parto y el violín empieza a pasar de generación en generación, cae en manos racialmente diferentes, así como en numerosos puntos geográficos del mundo, por lo que la película es hablada en varios idiomas, como inglés, francés, italiano, alemán y mandarín.
Es interesante la historia del niño huérfano del siglo XVI criado en un convento y que a su corta edad, de unos 6 años aproximadamente, era casi un virtuoso del violín; el niño tocaba limpiamente las melodías más complicadas en un instrumento que era más grande para su edad; y su amor por el violín rojo era tanto que dormía en la cama abranzándolo.
El juego del tiempo es magistralmente usado por Girard, para contarnos de donde proviene y por donde ha viajado ese perfecto violín rojo, antes de ser subastado en Canadá en la época actual. François Girard maneja a su antojo el tiempo sin que la audiencia se pierda; así, uno viaja desde el siglo XV hasta el siglo XX y a sus intermedios con toda naturalidad.
Me gusta especialmente la parte cuando hay una comunicación a través de cartas entre dos de los protagonistas: el violinista y compositor Frederick Pope y su amante y escritora Victoria Byrd, porque el realizador François Girard presenta esta comunicación epistolar entre ambos más bien como un diálogo activo y fluido, en la que nosotros, los espectadores, parecemos suspendidos sobre el tiempo, mirando todas las cartas -o su esencia- desde el principio hasta el fin en unos cuantos segundos. Así como también es interesante el manejo del tiempo en la escena de la subasta, en la cual, con el truco de repetirla desde diferentes ángulos, se van liberando poco a poco detalles muy importantes. Además es muy adecuado que casi al final se revelara el origen del color rojo del violín.
La historia tiene un ritmo tan perfecto que desde la primera escena queda uno hechizado, tanto por la trama tan bien lograda, así como por la magia de la imágenes bellamente fotografiadas y la dirección de arte muy bien ubicada. Sin embargo, es por la exquisitez de la música, la pasión con que es interpretada, su intensidad nacida de lo más profundo del corazón, que uno no puede dejar de grabarse en la memoria esta película; esa música, como un magnífico monstruo que lo domina todo, compuesta por John Corigliano, fue premiada con un Oscar por Mejor Música Original.
Para los que estén cansados de ver cine con guiones clichés y actuaciones exageradas, recomiendo «El violín rojo». Al ver este largometraje de ficción disfrutarán de una conjunción armoniosa entre fotografía, música, actuación y una buena historia.
Si no logran ver el video aquí, lo pueden hacer siguiendo este enlace: http://www.youtube.com/watch?v=gbJPgUjSeWo
Texto:
Óscar Perdomo León
Algo que me impresiona de este film, además de la bien seleccionada banda sonora, es el uso y manejo de la luz que llega a ser casi un personaje más.
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Edu Barra: Totalmente de acuerdo. La fotografía en esta película es exquisita. Eso diferencia mucho al cine común y corriente de una verdadera obra de arte. Gracias por tu comentario.
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