Hay tres obras maestras de la música popular que he admirado por muchos años. Me encantan porque su fuerza no se centra en el famoso estribillo de las canciones populares; sino más bien en la fuerza de sus letras, en sus arreglos musicales, en la interpretación de la voz principal y en la extensión de la composición (lo cual siempre complica un poco las cosas a los músicos). Y las tres son interpretadas por tres excelentes cantantes iberoamericanos. La de Pablo Milanés dura 8 minutos, la de Joan Manuel Serrat dura 7 minutos y 36 segundos, y la de Fito Páez dura más de 11 minutos.
Siempre he admirado a los actores que en las películas se posesionan de un personaje tan fuertemente que le hacen creer a uno que ese actor no es un histrión sino un personaje real. Lo mismo pasa con algunos cantantes, que interpretan tan bien sus canciones que lo convencen a uno de que lo que están cantando lo han vivido realmente. Y esto ocurre magistralmente con el cubano Pablo Milanés en esta bellísima composición Hombre preso que mira a su hijo (que pertenece a su disco de 1982, “Yo me quedo”) y quien interpreta con mucho corazón a través de su voz una singular pieza de arte. Esta composición musical es el poema homónimo escrito por el uruguayo Mario Benedetti y musicado soberbiamente.
Admiro lo complicado de su melodía y el acompañamiento de la orquesta. Estoy seguro que no fue tarea fácil la realización de esta obra de arte. Dura ocho minutos e inicia con un piano, lento y sobrio, al que se van agregando violines y otros instrumentos de la orquesta. La voz de Pablo Milanés suena emocionada y muy convincente.
Sin embargo no sólo la música es algo que vale la pena escuchar, sino que también oír el tema del poema, el cual es muy conmovedor, ya que habla sobre un hombre que sufre prisión por cuestiones políticas y le cuenta a su hijo sus razones y sufrimientos. Aparece la tortura como un macabro fantasma. También la necia y heroica resistencia que la victima hace para no delatar a sus compañeros de lucha. La crítica a la manera de hacer educación en las escuelas me parece irrefutable. Es una historia muy compleja; pero expresada de una manera admirablemente sencilla.
He aquí un fragmento del poema en cuestión, así sin puntuaciones:
“Cuando era como vos
me enseñaron las maestras bondadosas y miopes
que libertad o muerte era una redundancia
a quien se le ocurría en un país
donde los presidentes andaban sin capangas
“realmente, botija, no sabían un corno
pobrecitos creían que libertad
era tan sólo una palabra aguda
que muerte era tan sólo grave o llana
que cárceles por suerte una palabra esdrújula
“olvidaban poner el acento en el hombre
“uno no siempre hace lo que quiere
pero tiene el derecho de no hacer
lo que no quiere
“llorá nomás botija
son macanas
que los hombres no lloran
aquí lloramos todos
gritamos chillamos moqueamos berreamos
maldecimos
porque es mejor llorar que traicionar
porque es mejor llorar que traicionarse
llorá
pero no olvidés”.
***
Esta composición de Joan Manuel Serrat apareció en su disco “1978” y desde el principio su tono es poético y épico.
El acompañamiento de la orquesta está muy bien pensado. La sonoridad de la mandolina y los violines correteando una melodía tan bonita, es una combinación muy original.La voz de Serrat parece ser la de un potente juglar que narra con mucha propiedad la historia de España.
En Por las paredes (mil años hace…) podemos entrever toda una historia de guerras y conquistas, de dictaduras y amores de la madre patria:
“Mil años hace que el sol pasa, reconociendo en cada casa el niño que acaba de nacer, que el monte dibuja perfiles suaves de pecho de mujer; que las flores nacen discretas y las bestias y la luz también mil años para nuestro bien. En cada valle una gente y cada cara esconde vientos diferentes. Mil años que el hombre y la guerra dieron lengua y nombre a la tierra y al pueblo que rindió a sus pies; la plata del olivo griego, la llama persa del ciprés. Y el musulmán lo perdió todo, la casa, el sueño y la heredad, en nombre de la cristiandad. Iberos y romanos, fenicios y godos, moros y cristianos. En paz descansen esplendores de amor, cortes y trovadores, dueños del camino del mar, no había pez que se atreviese a transitarlos sin llevar las cuatro barras en el lomo, descansa en paz ancestral grey vendida por tu propio rey. De mártires y traidores enlutaron tus campos los inquisidores…”.
***
De esta profunda composición ya habíamos escrito algo hace un par de meses mi esposa Érika y yo, así que lo siguiente que preproduzco es lo que ya habíamos escrito juntos.
“La casa desaparecida” es una extensa canción de Fito Páez del álbum ABRE, que habla de diversos temas, pero principalmente sobre los sentimientos de frustración de los argentinos, a raíz de la derrota de la Argentina en el conflicto de las islas Malvinas.
El álbum ABRE, que vio la luz en 1999, consta de 12 canciones: Abre, Al lado del camino, Dos en la ciudad, Es sólo cuestión de actitud, La casa desaparecida, Tu sonrisa inolvidable, Desierto, Torre de cristal, Habana, Ahí voy, La despedida, y Buena estrella.
Fito Páez en la canción La casa desaparecida, que dura 11 minutos con 29 segundos, aprovecha la ocasión para retratar la tristeza, la frustración y algo de la personalidad del argentino. Su voz que inicia desgarrada con una denuncia de los horrores de la guerra, plasma los sentimientos de un soldado amputado de ambas piernas. Pero no se detiene ahí. Avanza a través de las encrucijadas de las emociones de un país que ha sido herido en su dignidad y amputado también de su esperanza. No faltan las alusiones a las drogas y el alcohol, al sexo y al fútbol (¿cómo olvidarse del Boca y de la copa del Campeonato Mundial de Fútbol?).
“Argentina, Argentina, ¿qué pasó en la Argentina? Es la casa desaparecida”.
Fito Páez, con rítmicas palabras que por momentos se atropellan, expresa con una lluvia de ideas mucho de la identidad argentina en un momento determinado de su historia. Lo hace con audacia, con ironía, con mucha creatividad; pero principalmente lo hace con una deliciosa –y acostumbrada en Fito- irreverencia.
Se necesita escuchar la canción entera para encontrar toda su grandeza. Pero he aquí un fragmento de la susodicha copla:
“Entre rosas y sarmientos, Don Segundo y Martín Fierro, la barbarie y los modales europeos, el país de los inventos, Maradona y los misterios del lenguaje metafísico y el gran resentimiento. Bienvenidos inmigrantes a este paraíso errante. Ya se sabe que el que no arriesga no gana. Y esa casa que dejaron escapando entre las balas era el caldo del cultivo a la nostalgia, en el reino del silencio cavernario de oropeles un concilio de miserias de rodillas en los cuarteles. Y hubo una fiesta de todos, embriagada, delirante. No te metas, algo habrá hecho ese maleante…Madres muy desesperadas cocinaban y planchaban y hoy sus hijos son caníbales fantasmas. Los cadáveres se guardan, no se esconden en el río, en palacios de memoria ensangrentada. Y tenemos pijas grandes, largas como mil facones. Y anacrónicas arengas… La bandera enloquecida, maten a los maricones, que los hombres van de putas para sentirse varones. Siempre el padre omnipresente de mirada contundente que escondía un seductor muy asexuado. Gracias papi por las flores, por las reivindicaciones, vos sabés los hijos nunca te fallamos y si mami aún viviera hoy sería jardinera en el cementerio-club de las pasiones. Yo que nunca anduve en nada, nunca me metí en política, simplemente fui un muchacho hedonista. Y chiquitos y chiquitas inocentes con un arma, por el odio más brutal descuartizadas; el más fuerte penaliza, pega duro, te hace trizas. Nada personal, naturaleza humana… Y seguir comiendo mierda, cada día, cada noche y explicarle al mundo entero nuestra nada de la historia universal, la Argentina ensimismada, que contiene enciclopedia de uno mismo… Es que el mundo es muy cretino, pero puede ser muy divino… ”.
No son sólo las ideas abundantes, la melodía y el ritmo lo que cautiva de esta canción al amante de la música, sino el sincero sentimiento de Fito Páez que relumbra en toda su extensión y su extraordinaria interpretación; es el sentido de que lo que uno escucha proviene directamente del corazón, aún cuando haya palabras vulgares, tiernas o sarcásticas. Y, al final de la composición, el bandoneón -que no podía faltar- le pone un sabor rioplatense único.Vale la pena oír todo el álbum, pero en lo personal creo que las otras canciones de belleza notable son La despedida, Buena estrella y Habana; en esta última, el amor con que Fito le canta a esa capital latinoamericana es valioso y conmovedor; en cierta parte de esta canción hay un placentero clímax de viento-metales que hace que se ericen los vellos del cuerpo. Muy recomendable.
Texto:
Óscar Perdomo León
Una respuesta a “TRES OBRAS MAESTRAS DE LA MÚSICA POPULAR”