
Hay música que estimula y brinda una atmósfera de creatividad. Hay otra que puede deprimir un poco. Algún tipo de música ayuda a escribir o a pensar. Y otra desconcentra y ensucia la tranquilidad.
Todo depende del que escucha y sus antecedentes musicales, es decir, sus contactos en el pasado con uno y otro tipo de música. No se puede esperar, por ejemplo, que alguien que nunca ha escuchado ni siquiera dos minutos de música académica, pueda entender o apreciar a J.S. Bach. Es cuestión de educación y de sensibilización del alma y del oído. Es cuestión de tener el oído abierto a una nueva experiencia y mirar la música con otros ojos.
Todo lenguaje para ser entendido presupone que los interlocutores conozcan el alfabeto y las palabras que intercambian. La música también es un lenguaje. Si alguien ha escuchado toda su vida sólo música que tiene “únicamente tres palabras” y además están mal escritas, pues claro que ha empezado por muy mal camino.
Toda tipo de música es buena si se analiza y se la ve desde el punto de vista de su origen histórico, socioeconómico, etc. y de la intencionalidad que tuvo su compositor. Pero también se debe aceptar que hay música más compleja que otra. A veces ese reto de comprender y nadar dentro de su complejidad (y hasta de compararla con la música más sencilla), le da un valor superior.
No quiero dejar de mencionar que he oído de algunas personas que no disfrutan de la música para nada, ¡de ningún tipo de música!, y me parece triste e inconcebible que alguien no tenga la sensibilidad para disfrutar de uno de los más grandes artes que ha inventado el ser humano: la música.
Yo, por mi lado, digo, como lo hizo el grupo ABBA alguna vez: I say thank you for the music!
Cuando empezaron a aparecer en El Salvador los primeros discos compactos, el primero que compré fue uno de Ludwig van Beethoven, en realidad adquirí una colección de su música que venía en ocho discos, el último traía la “novena”; pero este disco –que se lo presté a alguien- desapareció para siempre de mis manos.
Pasé un par de años añorando oírla. Hace un par de semanas en San Salvador con mi esposa Érika nos dispusimos a buscarlo. Cuando era adolescente escuché por primera vez la Sinfonía No. 9 en Re menor de Beethoven por supuesto que en un disco LP. Toda la obra me impresionó mucho; pero creo que el cuarto movimiento, el coral, lo hizo mucho más. Volver a oír la “novena” ha sido un gran nutriente para mi espíritu y algo tan gratificante.

Son muchos los músicos; sin embargo Beethoven siempre ha tenido una magia sobre mí. Me gusta su energía, su desesperación, su angustia, sus frases de tristeza, sus pasajes épicos, sus momentos de triunfo o que incitan a luchar por un noble objetivo, la emoción que lo alienta a uno a seguir adelante. Escuchar su música me hace creer en la grandeza de la humanidad. A Beethoven lo admiro mucho. Y más al saber que la “novena” la escribió estando sordo.

Branford tiene un don increíble para la interpretación; lo he escuchado tocar el saxofón soprano y el tenor. Y también posee una gran destreza para la improvisación, tan característica en el Jazz, es una improvisación muy melódica, me gusta como juega con el tema principal de la composición, lo recrea, lo desarma, lo insinúa. Viaja hasta el cielo con una melodía diferente pero muy parecida al tema central.

Óscar Perdomo León