Si los jardines en tus labios
me dan palabras
como flores,
si tus manos
crean universos
como dioses evolucionados,
el hastío
nunca
podrá tocarme.
Ahora sé que las arenas del mar son casi infinitas,
por eso las olas en mi cabeza
juegan su vaivén delirante.
Gracias a ello
el hastío para mí
es un planeta
frío e invisible.
Mientras existan estrellas para viajar,
ojos para deleitarse,
música para sumergirse
y corazones para explorar,
el hastío será siempre,
para mí,
ese lejano vecino
desconocido.
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Escrito por
Óscar Perdomo León
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