Aquí estoy dirigiendo a los actores.

Rosario Ríos y Santiago Nogales, los actores principales del cortometraje.
CÓMO SE RODÓ
“HABLANDO CON LOS MUERTOS”
ÓSCAR PERDOMO LEÓN
El Salvador, 2007
CÓMO SE RODÓ
“HABLANDO CON LOS MUERTOS”
Derechos reservados
© Óscar Perdomo León.
Primera edición, 2009.
Fotografías tomadas por Óscar Perdomo León*, Renato Flores ** y Romeo Teos ***.
Foto de la portada *
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CONTENIDO
-Introducción
-El taller de Guión
-Los actores
-El equipo técnico
-El rodaje
Anexo 1
Cartas
Anexo 2
Música que se utilizó en el corto
DEDICATORIA
A
Rosa Nohemy León Molina de Perdomo,
mi madre.
A
Óscar Alfredo Perdomo Escobar,
mi padre.
I
INTRODUCCIÓN
El cortometraje “HABLANDO CON LOS MUERTOS” nació primero como una novela, aun cuando el corto haya salido a la venta antes que la novela. Por lo mismo, me parece lógico que el hecho de haber realizado el cortometraje haya afectado de alguna manera posterior a la novela, la cual aún estaba yo escribiendo y revisando. Definitivamente pensar en los personajes y la trama como seres ambulantes de una película, me transformó un poco la novela. Una cosa de la cual tengo certeza es que a este cortometraje lo amo mucho porque fue mi primera experiencia escribiendo y dirigiendo una película.
Los antecedentes.
En el 2003 había terminado de editar mi primera novela “Diario Prohibido” y además ese mismo año se me dio la oportunidad de publicarla y yo me sentía para entonces como si hubiese descargado todo lo que tenía dentro de mí. Lo había dicho todo en ese momento. No podía escribir ni una gota más. Sin embargo esta sensación me duró sólo un par de días. Recuerdo que entonces me dediqué a leer con intensidad. Entre los libros que leí se encontraba “El Evangelio según Jesucristo” de José Saramago. Para mí ese libro fue tan inspirador, no sólo en su esencia, sino en el modo de narrar, que de inmediato empecé a escribir “Hablando con los muertos”. El titulo vino solo. Espontáneamente caído del cielo. Sabía desde el principio que yo quería contar sobre la muerte de algunos salvadoreños asesinados violentamente, personajes célebres como Roque Dalton y el ex presidente Manuel Enrique Araujo, y simultáneamente quería hablar de los protagonistas de mi novela que ya había tramado desde antes en mi cabeza, Isabel (que representaba a las mujeres asesinadas en El Salvador) y Esteban (que simbolizaba mi admiración por mi padre, prematura e injustamente muerto). Y aunque el tema de mi novela no tiene nada que ver con la novela de Saramago, sí hubo cierto impulso misterioso que provino de ahí para que yo iniciara mi segunda novela.
Por supuesto que una novela crece jugosa y profunda, pero de una manera verdaderamente lenta. Y por eso no se puede escribir una novela de un día para otro, porque su esencia es extensa y consubstancial con la vida. No se puede improvisar toda una novela. La novela necesita primero respirar, desamodorrarse, extender poco a poco sus alas, mirar el horizonte y observar al mismo tiempo su interior para sacarlo todo a la luz y decir toda la verdad. Decir toda la verdad y, sin perder su naturaleza, mezclarla con la ficción.
Por eso creo que “Diario Prohibido” inició aproximadamente en 1992 como una inquietud experimental con respecto a la escritura que yo tenía. Inició con pocas líneas en forma de cuentos. Eran breves pero numerosos. Y para entonces yo no pensaba en escribir una novela. Pero, como ven, ya se estaba gestando.
Luego vino hacia mi pluma un período de silencio. Fue mi tiempo de matrimonio y hogar. En esa época me sentí desconectado con la historia que había ido maquinando en mi cabeza por años. Fueron años felices que compartí con mis dos hijas y con mi ex esposa. Pero fueron también años estériles con respecto a la creación literaria. Sin embargo, después de mi divorcio en el año 2001 y coincidiendo con un lugar de trabajo menos agitado que el que tenía, recobré mi entusiasmo por escribir. Examiné mis ideas, recordé las crónicas que me contaron algunos, traje hasta mi memoria las pequeñas confidencias que me dijeron otros y extraje de ellas su médula, recolecté papeles viejos, escritos de mi adolescencia y de mis inicios en la universidad y los analicé y revisé; descarté muchos de ellos y utilicé sólo los necesarios. Empecé a acumular ideas y seguí escribiendo. Experimenté con narradores omniscientes en primera, segunda y tercera persona. Experimenté con diferentes tipos de letras. Incluí detalles de mi vida privada en ciertos personajes, masculinos y femeninos. “Diario Prohibido” es, en general, el resultado de un cúmulo de verdades generales con mentiras especificas. Y en pocas ocasiones, viceversa. Recuerdo que decidí iniciar con el capítulo más erótico porque sabía que sería de alguna manera una provocación; pensé que la persona que lo leyera decidiría en ese preciso momento que amaría u odiaría mi libro. O lo leería todo o lo lanzaría en ese mismo momento al basurero. Sería todo o nada. Sería como el amor: existe o no existe. Sería todo o nada, pero nunca la indiferencia.
Hablando con los muertos.
No obstante y volviendo al libro “Hablando con los muertos”, puedo decir que lo empecé a escribir en el año 2003 pensando en los terremotos del año 2001. En enero de ese año tuve la oportunidad de ir a Santa Tecla al lugar de los hechos y dar una mínima ayuda; pero principalmente fue una oportunidad para ser testigo de una tragedia. En realidad fue escalofriante oír golpes bajo la tierra de personas enterradas vivas. Fue sumamente conmovedor ver a los familiares de las víctimas llorar y estremecerse con la desdicha de Santa Tecla.
Luego a principios del año 2005 vi por el canal 10 de televisión al cineasta español Luís Gómez Valdivieso hablando sobre el taller de Guión Cinematográfico que se proponía iniciar. Fue como si una luz se hubiese encendido dentro de mi cabeza. No dudé ni un segundo en tomar la decisión de asistir al mencionado taller. Pensé inmediatamente en el Cine y en como el séptimo arte combinaba algunas de las cosas que más amo en el mundo: la música, la literatura y las imágenes.
Así que basado en las ideas iniciales de la novela “Hablando con los muertos” y ya recibiendo clases bajo la tutela de Luís G. Valdivieso, fue que inicié la escritura del guión para el cortometraje “Hablando con los muertos”.
Nunca un largometraje ni mucho menos un cortometraje, van a expresar todas las ideas y los detalles que se pueden formular en una novela. Lo importante es entender que las imágenes van a expresar esas ideas que tenemos a su propia manera, en su adecuado lenguaje.
Hay algo que puedo asegurarles y es que el corto “Hablando con los muertos” se hizo con muchas dificultades, pero también con mucho amor y esfuerzo, cosas que no son nada despreciables si tomamos en cuenta que quienes lo hicimos no nos dedicamos únicamente al arte; por el contrario, para ganarnos la vida todos los que participamos en el rodaje tenemos diferentes ocupaciones. Unos son comerciantes, otros anestesistas o profesores, etc. Yo, por mi lado, soy médico.
Pero el amor es fuerte. Y la necesidad de expresarme en forma artística es tan intensa en mí, que me es prácticamente imposible evadirla. Así que “Hablando con los muertos” fue una de esas inevitables necesidades.
II
EL TALLER DE GUIÓN
El taller sobre Guión Cinematográfico inició, si mal no recuerdo, en marzo del año 2005 y en septiembre de ese mismo año ya estábamos rodando.
El taller fue patrocinado por la Fundación Julia Díaz, e indirectamente, por CONCULTURA. La encargada del proyecto que atinadamente había iniciado la Fundación Julia Díaz era Norma Araujo de Orellana, quien junto a su activa colaboradora Rosario Nieves, siempre estuvieron pendientes de que las cosas marcharan sobre ruedas. (Rosario también participó como estudiante en el taller).
Teníamos clases dos veces por semana y yo tenia que viajar desde mi lugar de trabajo en Sensuntepeque hacia San Salvador. Tengo que agradecer a mi entonces compañero de trabajo, el Dr. Marden Torrijos Kuny, quien siempre me ayudó cambiándome los turnos que me chocaban con mis clases.
El Taller de Guión estuvo en dos locales diferentes. El primero fue una hermosa casa a más o menos 100 metros al poniente de El Salvador del Mundo, era la casa del ex patronato pro-patrimonio cultural, en la senda florida sur, atrás de la AFP CONFIA. En esa casa está ahora el museo FORMA. Luego nos tuvimos que mudar y terminar el curso en el edificio Carbonell, que está en el pasaje del mismo nombre, contiguo a Mexicana de Aviación, a la altura del bulevar Manuel Enrique Araujo.
El taller estuvo dirigido, como ya lo había mencionado, por Luis Gómez Valdivieso. Al conocerlo la impresión que llegué a tener sobre él fue que era un hombre ordenado y dedicado a lo que más le gustaba. Recuerdo que pensé “El Cine es su mundo”.
Luis ha trabajado durante algunos años aquí en El Salvador organizando la videoteca de la Universidad Centroamericana UCA y dictando cursos sobre cinematografía. También ha trabajado en Nicaragua.
Luis sabe cómo enseñar. La pedagogía la trae en la sangre. Durante el curso Luis fue en todo momento muy abierto al diálogo y en todo momento estuvo dispuesto a ayudarme con el guión, a darme respuestas a las dudas, a brindarme enseñanzas generales sobre cómo hacer un libreto y nunca se olvidó de hacerme ver los detalles que pueden ser la diferencia crucial en una película.
Entramos al taller aproximadamente unas 30 personas. Pero el grupo se fue reduciendo con el pasar del tiempo. Al final del curso sólo 8 compañeros terminamos nuestros guiones, de los cuales solamente 4 rodamos, ya que únicamente había 4 cámaras y 4 grupos de trabajo de estudiantes, que proporcionó la universidad Don Bosco.
Los otros tres cortometrajes que se realizaron fueron “Alicia en el país de las oportunidades” de Raúl Sanabria, “Pintado con celajes de fuego” de Beatriz Nájera y “Cerrojos” de Claudia Barrientos.
Los otros compañeros que terminaron sus guiones fueron Rosario Nieves (“Felipe”) y Jorge Isaac Driottez (“Maquilishuat”) entre otros.
A mi manera de ver, el taller se trataba principalmente de tener uno mismo la experiencia de escribir y dirigir un cortometraje. Era algo parecido a hacer el amor. Hasta que lo siente y lo hace uno mismo, hasta entonces se da cuenta en realidad de qué se trata la experiencia.
La cantidad de dinero que pagábamos para participar en el taller era mínima, si se piensa en lo que puede valer en otras partes del mundo un taller similar; aunque si se lo ve desde otro punto de vista el precio era justo, es decir, si pensamos que vivimos en un país pobre del tercer mundo y que quizás si no se hubiese hecho el taller de esa manera, muchos no hubiésemos tenido la oportunidad de participar en él. Así que debo agradecer, por un lado, a la Fundación Julia Díaz por implementar el taller y, por otro lado, a la universidad Don Bosco, que nos proporcionó la cámara y a sus estudiantes como equipo técnico. Y no puedo dejar de mencionar que Luís G. Valdivieso nos dedicó, durante algunas semanas, mucho de su tiempo, fuera del taller en sí, aun sin recibir una retribución monetaria.
***
“Lo primero que tiene que hacer un guionista es pensar”, nos decía Luis.
Y traté de pensar mientras escribía. Una cosa a la que me mantuve fiel al momento de escribir el guión fue en tratar de conservar la forma de hablar de los salvadoreños, con sus acentos y sus modismos. Estoy convencido que el lenguaje es una de las cosas más fuertes que nos dan identidad. Es algo así como decir que somos salvadoreños porque hablamos como hablamos. Y es algo que también he tratado de mantener dentro de mis novelas y poemas. Esa forma, por ejemplo, de conjugar los verbos en segunda persona, como “tenés”, “mirá”, “caminás”, etc. tan característica de los salvadoreños. Sin mencionar el pronombre de la segunda persona en singular: “vos”, por mencionar sólo unas pocas. En una novela se pierde un poco el acento del idioma; pero en una película se lo puede escuchar clara y cristalinamente, lo cual es una ventaja que me atrae fuertemente.
El aprendizaje que tuve en ese taller fue como un tesoro que despertó en mí el amor dormido que tenía hacia el Cine. Además puedo decir que hasta que conocí a Luís G. Valdivieso, me di cuenta que era posible hacer Cine en El Salvador (Y cuando hablo de Cine, no me refiero al formato que se utilice para grabar, ya sea video, 35 mm, etc.; sino que me refiero al concepto de contar una historia a través de imágenes. Porque un cirujano puede operar bajo un árbol de conacaste o en el quirófano más equipado del mundo, todo depende de las circunstancias). Ya sabía yo por supuesto que aquí en El Salvador se hacían películas con mucha dificultad; pero el mayor problema es que aquí en mi país no hay para nada un escenario en donde podamos ver lo que los cineastas salvadoreños están haciendo (aunque hay que reconocer el esfuerzo intenso que ha hecho durante varios años consecutivos el cineasta salvadoreño Jorge Dalton, para mantener vivo el Festival de Video).
Otra cosa que aprendí desde el principio es que el guión, por muy bueno que sea, es sólo una guía para realizar el rodaje. Durante el proceso de hacer el cortometraje hay circunstancias que hacen que uno cambie de parecer para imaginar de una u otra forma una escena. O se presentan eventos que lo obligan a uno a cambiar el ambiente de la escena o incluso a variar diálogos y acciones.
Una cosa muy importante es que cuando se hace un guión se debe pensar mucho en las imágenes. El guión debe ser un documento muy visual, es decir, que cuando se lo lea, debemos ver las imágenes en nuestra cabeza.
***
“¿A qué va la gente al cine, a pensar o a sentir?”, nos preguntó, en una ocasión, Luis.
Este puede ser un punto crucial. A mi me parece que a las dos cosas. Pero un 20 % a pensar y un 80 % a sentir. El enfoque que se le dé a la película dependerá de cada realizador.
Un guionista puede esforzarse mucho en transmitir al gran público las emociones que él siente, junto a sus ideas y puntos de vista; pero es algo un poco más complejo, porque si el director o los actores no captan y reflejan en las imágenes esas emociones e ideas, entonces el esfuerzo del guionista habrá sido en vano. Y esto sin mencionar que, por otro lado, está el factor público-espectador; si los símbolos o referencias que use el cineasta para darse a entender no están previamente en el cúmulo de conocimientos del receptor, la comunicación se habrá perdido.
Pero creo que conmover al público es una de las cosas más difíciles para un cineasta. No importa si es terror, risa o llanto, la empatía entre la historia que se cuenta y el espectador que recibe el mensaje es fundamental.
III
LOS ACTORES
Lo primero que tendría que escribir sobre los actores es que me siento muy agradecido con todos, ya que ninguno de ellos recibió en ningún momento una retribución económica por su actuación. Y todos trabajaron con entusiasmo sólo por la emoción y la satisfacción de hacer una película corta.
Lo segundo que tendría que escribir es que la mayoría de los actores de este cortometraje no eran actores profesionales, es decir que la mayoría de ellos no tenía ninguna educación histriónica. La excepción a la regla eran dos de ellos:
Santiago Nogales y
Rosario Ríos.
Rosario Ríos.
Para mi actriz principal, es decir, para el papel de “Isabel”, pensé desde el principio en Rosario Ríos. Yo la había visto en una obra de teatro dirigida por su esposo Santiago Nogales y en la cual ella compartía tablas con dos excelentes actrices, Mercy Flores y Rubidia Contreras. Me gustó mucho su actuación. Una obra muy bien montada. De tal manera que cuando escribía el guión de “Hablando con los muertos” ya pensaba en Rosario Ríos para interpretar el papel de “Isabel”. Un día mientras estábamos en las clases de Luís, lo comenté con una de mis compañeras de Guión, Beatriz Nájera, quien me dijo: “Y por qué no la llamás?” Me dio entonces su teléfono, la llamé, me presenté y le envié el guión. Un par de días después Rosario Ríos me contestó: “Yo soy Isabel”.
Opino que Rosario hizo una actuación muy buena en mi cortometraje, con mucha emoción y dignidad, introduciéndose firmemente en el personaje de “Isabel”. Siempre estuvo dispuesta a repetir escenas o, incluso, a improvisar acciones y frases que enriquecieron al personaje. Me gustó también su compresión hacia mi inexperiencia como director. En estas cuestiones prefiero ser redundante, por eso quiero decir que admiro y agradezco la humildad con que Rosario Ríos y Santiago Nogales se dejaron dirigir por mí, es decir, por alguien sin ninguna experiencia en el campo del Cine. Por el contrario Rosario Ríos tiene ya mucha experiencia como actriz de teatro y Santiago Nogales es el director del reconocido grupo de teatro Moby Dick.
Con Rosario tuvimos algunas pláticas previas al rodaje, especialmente por correo electrónico. Discutimos sobre tal o cual escena o palabra, y en todo momento me mostró su entusiasmo hacia su trabajo.
Una anécdota del rodaje que recuerdo mucho es cuando grabábamos la escena del comedor, donde “Roberto” (Santiago Nogales) le dice a “Isabel” (Rosario Ríos) que tienen que dejar El Salvador. “…donde no tenemos futuro es aquí en El Salvador… podemos encontrar otra vida, en otro lugar, otro clima, otra cultura, otras gentes”. Cuando Santiago dijo estas palabras, Rosario, muy inmersa en su personaje, derramó una lágrima verdadera. Yo esperé un par de segundos y dije en voz alta “Corte”. E inmediatamente un mar de aplausos espontáneamente explotó de parte del equipo técnico y de numerosos familiares míos que estaban atrás de mí. Fue un momento muy emocionante. Todavía sonrió cuando lo recuerdo.
Santiago Nogales.
La entrada de Santiago Nogales al corto fue algo casi de última hora, ya que yo no lograba encontrar actor para el papel de “Roberto”, el amante de “Isabel”. Sin embargo, uno de mis compañeros del Taller de Guión me dijo: “Pero si lo tenés en la punta de la nariz. El esposo de Rosario queda bien en ese papel”. Y me di cuenta que tenía razón. Lo llamé y por fortuna Santiago aceptó el papel. Durante el rodaje, no me sorprendió ver como Santiago se podía muy bien sus diálogos, ya que, siendo él un director de teatro, sabe perfectamente la importancia de estar preparado a la hora crucial de enfrentar al público o a la cámara. Realmente me siento muy honrado y agradecido de haber tenido en mi película a Rosario Ríos y a Santiago Nogales.
Renato Flores.
Pero para ser honesto, en realidad a los primeros actores que convencí para que actuaran en mi película fueron a las personas que tenía más cerca, las que estaban más a mi alcance.
El primero de ellos fue Renato Flores, a quien trabajando en el Hospital de Sensuntepeque como anestesista, lo veía casi todos los días y a quien ya antes había convencido para que actuara en el papel de Cascabel (el amigo que traicionó a Anastasio Aquino). Recuerdo que estuvimos ensayando durante varios días, e incluso grabábamos las escenas con una pequeña cámara fotográfica digital. No fue sino días después que, por sugerencia de Luís G. Valdivieso, decidí eliminar la parte de Anastasio Aquino, todo para beneficio de la historia en general del cortometraje, que ya tenía suficientes escenas de flash back y además tomando en cuenta que sólo tenía no más de 15 minutos para contar la historia de “Isabel”, “Roberto” y “Jonás”. De tal manera que Renato terminó haciendo el papel de Eustaquio, el capataz de la hacienda.
Renato Flores nunca había tenido la oportunidad de participar en una película. Es más, tuvo que aprender a montar a caballo en un corto tiempo, ya que el papel exigía una escena a galope.
“Nunca pensé que uno se cansara tanto actuando en una película –refiere Renato. El tiempo parecía correr muy rápido y al repetir tantas veces las escenas, me parecía que el tiempo no nos iba a alcanzar”.
(Una cosa que no quiero dejar de mencionar es que Renato fue, al igual que mis hermanos Wendy y Mario Perdomo, el único que no quiso aceptar dinero para la gasolina, lo cual le agradezco de veras).
Romeo Teos.
Para el importante papel de “Jonás” tuve una visión parecida a la que tuve con el papel de “Isabel” y Rosario Ríos. Desde el inicio pensé que “Jonás” debería ser Romeo Teos.
Romeo Teos trabaja como anestesista en el Hospital de Sensuntepeque. Cuando le planteé la idea de que actuara en mi película, se mostró del todo negativo; sin embargo mi insistencia dio sus frutos y pronto estuvo leyendo el guión y aprendiéndose sus líneas. Quiero decir que Romeo se compenetró con su personaje tanto que le agregó ciertas características originales. Estoy convencido que Romeo tiene mucho potencial como actor y sólo necesita desarrollar esa faceta suya. Ojalá pudiera hacer otra película con él.
Romeo hizo también el papel de extra como socorrista de la cruz roja, en cuyas escenas obviamente nunca tomamos su rostro.
Pablo Santana Alfaro.
Pablo Santana Alfaro (escritor), quien es oriundo de Sensuntepeque, ejecutó dos papeles en el cortometraje. Uno como socorrista de la cruz roja y otro como miembro de los Escuadrones de la Muerte.
“Fue mi primera experiencia en el Cine y me puse bastante nervioso, ya que nunca había actuado. Y me enseñó mucho, a la vez que creó en mí el interés por escribir guiones; ya escribí el guión Un día con la muerte (el cual espero que podamos filmar algún día). El rodaje de Hablando con los muertos me pareció creativo y profesional, tomando en cuenta las limitantes, que eran muchas.”
Pablo también se encargó de fabricar la sangre falsa que se usaría en la muerte del capataz de la hacienda.
René Serrano.
René Serrano, quien trabaja como reportero de El Diario de Hoy, fue otro actor que hizo dos papeles en el corto, uno como miembro de los Escuadrones de la Muerte y el otro como reportero televisivo, el cual le cuadraba bien. René nos ayudó también con la iluminación.
Edgar Mauricio Perdomo.
Edgar Mauricio Perdomo, conocido familiarmente como Moris, es mi primo hermano y a quien tengo en muy alta estima. Trabaja en negocios agrícolas en la hacienda de su propiedad, la misma en la cual rodamos algunas escenas. Además nos facilitó la locación para la escena del dormitorio entre “Roberto” e “Isabel”. En todo momento Moris estuvo dispuesto a ayudarme con el proyecto. Además quiero decir que Moris tuvo una actuación muy natural; incluso improvisó en varias ocasiones de una manera no fingida, de tal manera que una de esas invenciones suyas la incluimos en el corto. (Quisiera mencionar que la hija de Moris, Divita Perdomo Ancheta fue la encargada del diseño del tatuaje en forma de colibrí que tenía “Isabel” en el muslo. Le ayudó a Divita, Junia Sigüenza).
Laura María Perdomo Pacas.
Mi hija Laura María hizo el papel de “Isabel niña”. Me siento muy orgulloso de su responsabilidad durante el rodaje. Siempre estuvo atenta a realizar las partes que le tocaron. Me gustó mucho su actuación en la escena en donde ella saca la mano amputada de la mochila, escena que fue eliminada en la edición final, pero que a mí me hubiese gustado que quedara. Me parece también que para ella fue una cosa muy divertida el haber participado en el proyecto.
Gonzalo Gonzáles.
Gonzalo Gonzáles, quien trabaja como albañil, fue un caso especial, porque el actor que haría el papel de “profesor asesinado” no se presentó; pero mi firme decisión de que se rodara en el tiempo estipulado por Luís G. Valdivieso, hizo que buscara con premura una solución, de tal manera que una hora antes de tomar esa escena de los Escuadrones de la Muerte, fui a la casa de don Gonzalo y lo convencí de actuar. Eso representó un gran stress para mí, pero también una gran satisfacción.
Esa escena del profesor asesinado la escribí como un homenaje para la persona que me dio clases cuando yo estaba en tercer grado de primaria: el profesor Chigüila, quien fue secuestrado de su casa del barrio Chalchuapita de Atiquizaya y asesinado con lujo de barbarie durante los días previos al inicio de la guerra civil salvadoreña.
Wendy Perdomo.
Wendy Perdomo, mi hermana, hizo el papel de “madre de Isabel”. Fue una actuación breve, pero importante en la historia. Quiero decir que el apoyo material y psicológico de parte de mi hermana hacia el proyecto fue muy importante para mí, ya que ella se involucró en la historia desde empezó a leer los primeros bocetos de la novela “Hablando con los muertos”.
Nohemy León de Perdomo.
Nohemy, mi madre, hizo un papel de extra y sólo apareció un par de segundos en la pantalla, pero las pocas palabras que dijo, las dijo muy bien. Incluso Luís G. Valdivieso me dijo que le había gustado su actuación. Mi mamá fue un apoyo muy importante a la hora del rodaje, ya que en todo momento me ayudó con cuestiones logísticas, lo cual le agradezco mucho.
Zenón Burgos.
Mi primo Zenón, hizo el papel del “amante de la madre de Isabel”. Él fue otro de los actores que convencí a última hora para que participara, ya que el actor que haría ese papel no se presentó a la hora que se le había convocado. Hay una anécdota interesante sobre esto y es que Zenón se encontraba descansando de su trabajo y tomando cerveza y compartiendo con mi familia, casualmente en la hacienda donde rodaríamos la escena del asesinato del “padre de Isabel” y del “capataz Eustaquio”. Le pedí de favor que actuara y le expliqué la necesidad que se tenía. Zenón no quería participar porque ya se había tomado varias cervezas y además le preocupaban los diálogos. Le expliqué que su personaje no tenía diálogos. Finalmente aceptó.
Quiero disculparme públicamente con Zenón, ya que por un error involuntario, su nombre no fue incluido en los créditos en la edición final de la película.
Roni Góchez.
Él (quien es primo de uno de mis mejores amigos de toda la vida, Salvador Góchez) es el director del bachillerato “Cornelio Azenón Sierra” de Atiquizaya. Hizo el papel de Juez al final del corto y además nos ayudó proporcionándonos una locación.
Sergio Flores.
La voz en off que dice: “Siento decirle, pues, que Isabel murió estrangulada 24 horas antes del terremoto” la hizo nuestro camarógrafo, Sergio Flores.
Los socorristas.
Los socorristas de la cruz roja que aparecen en el cortometraje, son socorristas reales de Atiquizaya (con excepción de Pablo Santana Alfaro). Fue gracias a David Solís, que Nelson Gálvez, José Mauricio Retana y Nery Anthony Medina, aparecieron en el corto.
Los policías.
Los policías son reales también y accedieron a actuar gracias a la intermediación que realizó mi primo Moris Perdomo. Los policías fueron Edgardo García, Nelson Cerén Canizales y Araceli Barrera Aquino.
Extras.
En cuanto a los actores extras, debo agradecer a mi amiga Mayra Ruth Pacheco de Medina por su gran colaboración consiguiéndome gente. Muchos de los extras fueron también familiares míos. Estos actores fueron Beatriz Perdomo Pacas, Nerea Nogales, Roberto Carlos Cruz, Claudia Perdomo, Claudia Sosa, Mario Roberto Perdomo, Ana María Perdomo, Miguel Perdomo, Francisco Javier Pineda, Mario Cortez, Nery Pineda, Xiomara Lemus, Beatriz Pérez, Byron Lima, Luís Loyola, Ruth Morán, Vilma Alicia Cabrera y yo.
Verónica Torres.
La actuación de Verónica Torres fue un caso especial, ya que su papel fue el de la doctora que atiende a “la madre de Isabel” en el hospital. He aquí un fragmento del la novela “Hablando con los muertos”:
“Como la doctora entendió que Rocío no le contaría nada y además la vio llamativamente manchada de rojo, le preguntó:
-¿Está usted bien?
Y la mujer, cubierta con un suéter, no respondió nada otra vez; sólo se descubrió un poco para mostrar el su miembro superior izquierdo aún sangrante, protegido por un apretado torniquete, con la mano totalmente amputada.
-¿Y la mano? -preguntó la doctora, sorprendida.
Y a la par de la mutilada mujer, sin responder tampoco nada, la niña que la acompañaba, extrajo de su mochila la cianótica mano salpicada; la chiquilla de 12 años de edad, con el rostro petrificado, como perdida en un sórdido sueño, se la entregó la doctora. Esa pequeña niña era Isabel.”
Sin embargo, toda esa escena fue eliminada en la edición final. (Esa experiencia es tan real porque esa escena de la niña y la mujer mutilada yo la viví cuando en 1996 hacía mi año social en el hospital de Ciudad Barrios. Fue una experiencia que me conmovió. Yo era ese médico que recibió la mano.)
IV
EL EQUIPO TÉCNICO
Hay que mencionar por supuesto al equipo técnico del rodaje. Ellos fueron Sergio Flores, Lucía Benavides, Junia Sigüenza, Verónica Torres, Rafael Ramírez y René Serrano. Todos ellos eran estudiantes de comunicaciones de la Universidad Don Bosco. Su profesor encargado era Leonel Méndez. Los jóvenes se involucraron en su trabajo y creo que disfrutaron en cierta forma su estancia en mi ciudad natal Atiquizaya, en donde tratamos de darles calor y que se sintieran cómodos. (Allí probaron por primera vez el sabor de la típica “cochinita”).
El camarógrafo fue Sergio Flores. Me gustó su instinto para hacer algunas tomas.
Del sonido estuvo siempre pendiente Junia Sigüenza.
Como apuntadores participaron Lucía Benavides, Junia Sigüenza y Verónica Torres.
En el maquillaje nos ayudó Verónica Torres y Junia Sigüenza. En la iluminación participaron varios, pero estuvo encargada Lucía Benavides.
De la edición estuvieron encargados cuatro: Lucía Benavides, Sergio Flores, Junia Sigüenza y Leonel Méndez.
Hay que mencionar también que la mayoría de veces los mismos actores tenían que cargar con el equipo que usábamos para grabar.
V
EL RODAJE
El primer paso para iniciar el rodaje fue planificar. Había que decidir las fechas y los horarios. Debía pensarse en la coordinación entre las escenas y la disponibilidad de tiempo que tuvieran los actores.
Había que resolver cual sería el orden para filmar las escenas. Existe el enfoque, para un director novato, de tratar de iniciar filmando desde la escena más fácil hasta llegar a la más complicada. Hacer lo contrario también podría ser útil para un director principiante, ya que resuelta la escena más complicada, todas las restantes serán como pan comido, teóricamente. Sin embargo, en esto de dirigir hay sorpresas e imprevistos. No hay reglas rígidas. Hay que tratar de seguir el guión; pero también hay que intentar apegarse al instinto, algo que los humanos hemos ido dejándoselo a los animales.
Había que pensar en la luz y en las locaciones. Una de las razones por las cuales decidí rodar en Atiquizaya fue que no tenía que sacar tanto permiro ra las locaciones, ya que la mayoría de éstas que usamos fueron suministradas por mi familia y por gente muy conocida de mi pueblo natal. Además estaban los factores tiempo-distancia, variables que solucionaría de mejor manera en Atiquizaya.
La logística fue un dolor de cabeza para mí. No sólo me encargué de la dirección artística del corto, sino prácticamente de toda la dirección logística, lo cual hizo, tengo que confesarlo, que en muchas ocasiones perdiera la concentración necesaria que debe tener el director de una película. Además el mismo equipo técnico y los actores teníamos que cargar los aparatos (cámara, trípode, luces, etc.) para trasladarnos de una locación a otra. Después de jornadas intensas terminábamos agotados y con mucha hambre. Yo por mi parte, a pesar de que nunca nos faltó comida, bajé como 10 libras en esos dos fines de semana. Todo esto viene a redundar en la falta de recursos económicos. No obstante, si se lo ve desde el punto de vista del reto que representó la realización del corto, es algo de veras muy satisfactorio. No hay nada como vencer al monstruo. Derrotar a las peores pruebas que se nos pongan (o que uno ha buscado). Conseguir hacer las cosas que otros nos han dicho que son imposibles de hacer aquí en El Salvador.
Por supuesto que la consecución de esta meta no la conseguí solo, sino con ‘una pequeña ayuda de mis amigos’.
Fue decisiva la colaboración de innumerables personas que trabajaron con entusiasmo y voluntariamente, en especial los actores. Es imprescindible mencionar que fue significativa la ayuda económica de Willians Edgardo Perdomo. Fue importante también la ayuda económica de la Fundación Julia Díaz. Yo saqué del mismo modo un poco de dinero de mi bolsillo. Asimismo, mi hermano Mario Roberto Perdomo, no sólo fue actor extra, sino que nos ayudó en varias ocasiones con el transporte de actores y personal técnico. Igualmente, mi hermana y mi madre me ayudaron incluso con algunos tiempos de comida para los actores y equipo técnico. Todo eso nos mantuvo a flote; pero hay que ser honesto y directo y decir que la parte económica era precaria. Y es que hasta que no se construya en El Salvador algún día una industria de Cine, no se conseguirá desarrollar una cultura de Cine que impregne de verdad a la sociedad salvadoreña, de tal manera que los cineastas puedan vivir de su trabajo artístico.
El rodaje se hizo casi en un 95% en la ciudad de Atiquizaya, departamento de Ahuachapán. Excepto una escena que se hizo en la ciudad de Ahuachapán. Y por supuesto que no tengo que dar mayores explicaciones sobre las breves tomas que se hicieron de la catedral de Santa Ana y de la de San Salvador, del teatro de Santa Ana, del redondel Masferrer, de algunas calles del centro de San Salvador, del monumento a Roque Dalton que está en la universidad de El Salvador, del Palacio Nacional, y de los monumentos a Gerardo Barrios y a Monseñor Romero; todos símbolos de nuestra salvadoreñidad y con los cuales estamos familiarizados y que los usé en una secuencia de dolor y nostalgia en la cabeza de “Isabel”.
Con respecto a la máscara maya y al tigrillo, que aparecieron en la secuencia de los aludidos monumentos salvadoreños en el corto, fueron proporcionados por José Gonzáles y su esposa María Luisa de González, alcaldesa de Atiquizaya, quienes además nos facilitaron su casa como locación para la escena donde “Isabel niña” oye música con su padre.
Sólo teníamos 4 días para rodar. Como todos trabajábamos en diferentes y alejados lugares, solo podíamos reunirnos y rodar los fines de semana. El rodaje se ejecutó los días 17, 18, 24 y 25 de septiembre de 2005. Sentí que había mucha presión en cuanto al tiempo; esto en parte influyó para que algunas escenas no pudieran repetirse para ser mejoradas. Luchábamos contra el tiempo y la luz del día que rápidamente se acababa.
Mucho de lucha contra el tiempo fue la que hubo cuando grabamos la escena del asesinato del “padre de Isabel” y de su capataz, bajo el arma blanca contundente, con sangre salpicando; era la oportunidad para hacer “los trucos” que se hacen en el Cine. («Fiel como un perro y sin pensarlo mucho, Eustaquio sintió la afrenta de otro como suya propia y sacó entonces con un instinto irrefrenable su machete filoso para agredir al amante de la esposa de Esteban. Aquel desenfundó también su machete, el cual tenía a la orilla de la cama y se defendió con agresividad. Se desencadenó una batalla frenética y casi primitiva. La mujer se interpuso entre ellos tratando de detenerlos. Trozos de carne y borbollones de sangre, explosivos en siniestros caminos, profusamente saltaron como perdigones por un lado y por otro. Rocío pegó un grito desgarrador, de dolor intolerable. La batalla fue breve, pero inclemente».)Y nos esmeramos mucho en conseguir buenas tomas de esta violenta escena; aunque al final no salieron todas en la edición final de “Hablando con los muertos”, fue una ganancia de experiencia. En esa ocasión sucedió algo muy particular; mi hija Beatriz, quien salió como extra en la escena del cementerio, empezó a llorar porque quería tener un papel más importante en la película. Su llanto era tan fuerte que era difícil concentrarse. Le pedí en voz alta que se callara, pero eso sólo exacerbó su llanto. Me conmovió profundamente ver a aquella pequeña niña de siete años con sus lindos ojos queridos colmados de lágrimas. Así que me senté junto a ella, la abracé y le hablé con dulzura, prometiéndole que en la próxima película ella sería mi estrella. Se calmó, pero yo no dejé de sentirme comprometido hasta que le cumplí mi promesa con el cortometraje “Mi hermana”, en donde ella y su hermana Laura son las estrellas.
La escena del asesinato de “Isabel” se tuvo que repetir numerosas veces, ya que los vecinos de al lado de la casa en donde rodamos, estaban bastante ruidosos. Tuve que ir donde ellos y pedirles de favor que hicieran silencio, a lo cual accedieron tranquilamente. Además, Teos no paraba de reírse en plena escena dramática. Hablé con él y se concentró en su trabajo.
Unos minutos antes de grabar la escena de los Escuadrones de la Muerte, Romeo Teos me dijo que no le gustaban las capuchas que les había conseguido; me dijo que quería unas hechas de medias de mujer. Al principio no estuve de acuerdo, pero luego me di cuenta que él tenia razón. Así que mi hermana nos consiguió con unas primas unas medias usadas. Esa fue una buena idea de Teos.
Mientras se filmaba la escena de los policías que capturan a “Jonás”, recuerdo que se perdió una especie de pestaña que lleva la cámara cerca del lente, para regular de algún modo la entrada de luz. La buscamos por un lado y por otro y no la pudimos encontrar. Esto ocurrió el primer fin de semana del rodaje. Más tarde ese mismo día, nos fuimos a grabar a Ahuachapán la escena en donde “Jonás” (Romeo Teos) e “Isabel” (Rosario Ríos) hablan por teléfono. Romeo se había quedado en Atiquizaya buscando la parte faltante de la cámara y tuve que llamarlo por teléfono para que se apresurara a llegar a Ahuachapán.
Cuando se dieron cuenta en la universidad Don Bosco de esa pérdida, nos dijeron que ya no nos prestarían la cámara, hasta que pagáramos el repuesto, el cual sólo había en Guatemala y se tardarían un par de semanas para conseguirlo. Esto destruiría todas mis ilusiones de terminar la película. Entonces fui al canal 21 de televisión y alquilé una cámara similar a la que habíamos usado y por lo tanto no hubo retraso en el rodaje.
***
Al final, en retrospectiva, aunque la satisfacción de haber realizado “Hablando con los muertos” es grande, tengo que decir que el corto tiene varias cosas que no me gustan. En cuanto a algunos efectos que tuvimos que hacer artificialmente, como la lluvia y la sangre, estoy seguro que pudieron haberse mejorado. Pudo haberse mejorado también la forma de contar la historia; para algunas personas resulta un poco confusa. Se me ocurren ahora muchas ideas de cómo se pudiera haber mejorado el cortometraje.
También debo decir que siento que la edición final del corto no quedó del todo como me hubiese gustado.
Por ejemplo no se usó exactamente toda la música que yo había dispuesto para cada escena (aunque sí en un 95 %). Con respecto a la música me pasó algo muy particular; desde el primer momento en que empecé a escribir el guión, ya que junto a cada escena inmediatamente sonaba en mi cabeza una música para mí familiar y que se adaptaba muy bien a la situación específica de lo que ocurría en tal o cual circunstancia; como por ejemplo a la escena inicial donde se ve el derrumbe en Santa Tecla, a raíz del terremoto del año 2001, siempre estuvo ligada la composición de Paul Hindemith NOBILISIMA VISIONE. Fue algo natural dentro de mi cabeza. Ahora bien, una de las cosas que más anhelo es hacer otra película pero que lleve música original, tener un músico que se inspire en las imágenes, de tal manera que el producto final sea aún más único.
Otra de las cosas que no me dejaron totalmente satisfecho del corto fue que se eliminaron algunas escenas que yo personalmente hubiese incluido. Hay varias causas:
1- Quienes editaron lo hicieron de prisa, ya que tenían poco tiempo para hacerlo debido a sus ocupaciones académicas.
2- Yo, con mi apretado horario en el hospital, estuve apenas un par de veces en la edición y sólo por un par de minutos, ya que era difícil coordinar mi tiempo con el tiempo de quienes editaban.
3- Principalmente creo que hubo falta de ambiente adecuado e intimidad; me refiero a que si la edición la hubiésemos hecho con tranquilidad, con todo el tiempo del mundo, de preferencia por la noche, y que en todo momento hubiese estado yo presente, la película hubiese salido a mi manera.
“Hablando con los muertos” fue un proyecto que inició como novela, siguió como guión cinematográfico, después se llevó a la imagen en un cortometraje y en último lugar llegó a ser esta pequeña crónica que el amable lector tiene ahora en sus manos.
Finalmente, puedo decir que la experiencia y la satisfacción de realizar una película es algo inigualable. Podría decir que he quedado invitado a repetir la experiencia. No puedo esperar por una nueva oportunidad para iniciar un nuevo proyecto cinematográfico, para lo cual ya estoy trabajando en varios guiones.
En 1983 conocí un amigo que me prestó un libro que había editado la Universidad de El Salvador: POEMAS, que, como usted sabrá mejor que yo, contenía “La ventana en el rostro”, “El mar”, “El turno del ofendido” y otros. Para mí fue un gran descubrimiento. Su padre me hechizó –y aún sigue haciéndolo- con sus poemas. Con otros amigos lo leíamos a escondidas.
Cuando la Asamblea Legislativa lo nombró Poeta Meritísimo, yo anduve con mi ex esposa en la UCA y en La Luna, en donde se hicieron algunos homenajes.
Este año que Concultura ha editado la revista CULTURA en homenaje a Roque Dalton, puedo decirle que he disfrutado de su lectura. Y uno de los artículos que más me conmovió, hasta las lágrimas, fue ATAQUE DE NOSTALGIA.
Por otro lado, quiero contarle que yo escribí un guión cinematográfico para un cortometraje (HABLANDO CON LOS MUERTOS), el cual rodamos y tuve la oportunidad de dirigir en el mes de septiembre pasado, principalmente en mi ciudad natal, Atiquizaya, Ahuachapán; aunque unas pocas secuencias fueron filmadas en San Salvador. Quiero contarle que iniciamos el rodaje prácticamente con una gran cantidad de carencias o, como dice una amiga mía, “este cortometraje es un indigente”. También, entre mi trabajo de médico y el sueño de “hacer una película”, me sentí muy presionado luchando contra el tiempo y lidiando con toda la logística del proyecto. Pero lo que no me faltó fue entusiasmo; y tampoco a los que me acompañaron en este lindo viaje. Y es que yo me divertí de lo lindo durante los cuatro días del rodaje; realmente lo disfruté. Durante el proceso me di cuenta que cuando no hay muchos recursos, hay que improvisar. Y así tuve que cambiar ciertas cosas del guión de cómo originalmente lo había escrito.
La mayoría de actores tuvieron su primera experiencia de actuación precisamente en este cortometraje y sólo dos de ellos, Rosario Ríos y Santiago Nogales, sabían de veras de actuación.
Por supuesto que siendo esta mi primera experiencia, ahora viendo las imágenes me doy cuenta de la gran cantidad de errores que cometí, especialmente en esos pequeños detalles que pueden hacer la gran diferencia. Sin embargo, me enorgullezco del esfuerzo de mis compañeros y del mío.
Bueno, ahora todavía estamos trabajando en la edición. Pero como yo sé que usted ha estudiado realmente esto de ser cineasta y yo sólo he estado aprendiendo unos meses, con un gran maestro, eso sí, pero como le decía, sólo durante un poco de tiempo, quería mostrárselo a usted. Así que ya dentro de unas semanas tendré el producto final de tanto esfuerzo y le escribo porque quiero compartirlo con usted, quien es, a pesar de no conocerlo personalmente, alguien muy especial para mí por dos motivos, uno porque usted es cineasta y el segundo es porque es hijo de Roque Dalton.
Le adjunto mi guión y unas fotos del rodaje, y espero que en un futuro no muy lejano pueda yo entregarle una copia en DVD del cortometraje.
No creo en los que piensan en Hollywood ni en presupuestos virtuales, ni proyectos irreales, acompañados de un falso glamour de lo que podría ser. ¡Eso para mi es mierda!
Primero que todo no debes temer a la crítica dura. Muchos aquí se acomplejan, no están dispuestos a que se les critique porque mediocremente piensan que ya no tienen nada que aprender. Por eso en El Salvador hay demasiados músicos mediocres, pintores, escritores, políticos ignorantes. No te permitas caer en ese costal del cual será imposible salir. La ventaja de no existir el cine en El Salvador da ventaja pero al mismo tiempo tiene su tiempo límite. No te quedes en el localismo pues hay que pensar en competir afuera, lograr ser considerado afuera, esa es mi mayor recomendación pero todo eso cuesta sacrificio, dedicación, disciplina y rigor.
El cine y por ende el video también son artes muy completos y exigentes donde debes combinar la fotografía, el drama, la música, el montaje, el sonido, muchas cosas que se complementan y entonces hay que aprender y no sentirse conforme ni con el primer, segundo ni tercer trabajo. El cine o el video es toda una vida una carrera.
Por otro lado, me he dado cuenta que algunas personas no están acostumbradas a ver cortometrajes y me han dicho algunos que les hubiera gustado que “la película fuera más larga”, y unos pocos se han distraído y le han perdido el hilo a la historia.
Algunos se asombran de lo bien que se ven las imágenes (algunas de esas imágenes son bellas a mi entender; pero creo que lo dicen también en el sentido de que nunca habían visto una película salvadoreña). Y otros, un poco más perceptivos, han descubierto algunos errores de detalles que hay en el cortometraje.
Yo, por mi parte, me siento satisfecho del trabajo hecho; pero cada vez que la veo pienso en las cosas que pude haber hecho mejor y me digo a mí mismo que la próxima vez lo voy a hacer mejor. Aunque en sí la película se me hace difícil a mí criticarla de una forma “científica” (si es que se puede usar aquí esa palabra), porque yo la quiero mucho, porque buena parte del argumento es muy personal y me salió del corazón.
Quise en ella hablar de mi padre ya fallecido. Quise hablar del amor que siento por mis hijas. Quise expresar los celos que todos alguna vez hemos tenido. Quise también sacar a relucir el deseo de largarme a otro lado que me entra por momentos y mi gran amor por mi país: la contradictoria dicotomía. Quise recordar al que fue mi profesor de tercer grado siendo asesinado absurdamente por los Escuadrones de la Muerte durante el inicio de la guerra civil. Quise además hacer un pequeño homenaje a uno de mis escritores favoritos. Y agradezco y reconozco la forma en que me ayudaste, Luís, a poner en orden todo ese montón de ideas que yo tenía y a agregarle un poco de sal a la trama.
Pero haciendo un esfuerzo diría que al cortometraje le faltó una mejor dirección. Estoy conciente de mi gran inexperiencia. También diría que le faltó un momento más intenso, una secuencia sublime, de más emoción, que hubiese logrado arrancar una lágrima al público. Creo que la historia tiene madera para lograrlo; pero de alguna forma no pude ponerlo de la manera correcta en las imágenes. Pienso que si no hubiese yo tenido que trabajar con tanto stress y con tan poco tiempo, hubiese podido dar algo mejor de mí. También me he dado cuenta que la edición debería haber sido una actividad más íntima y personal; quizás si hubiésemos podido trabajar durante la noche, con la claridad de mente que se tiene en la noche. Sin embargo, aún así, amo mucho mi cortometraje, Luís. No sé. Lo veo y me deleito. Lo veo y lo miro como un sueño hecho realidad. Lo veo y me veo a mí mismo. Soy “Jonás” y “Roberto” al mismo tiempo. Soy el familiar que llora por sus muertos en el terremoto…
Con respecto al hecho de haber trabajado con gente talentosa y que sabía tantas cosas que yo no, especialmente el haber aprendido de vos, Luis, no tengo más palabras que de agradecimiento. Me siento muy feliz y afortunado por eso. Esta ha sido una experiencia muy grande para mí. Ya no puedo dejar de pensar en la cinematografía. Espero que no te burlés por lo que voy a decir, pero siento que soy cineasta. Quizás el título me queda muy grande, pero como escribió Dalton: “Aceptar es ser y yo lo acepté todo, todo, hasta eso que no confesáis por miedo a la complicidad, siempre mortal en su tenaz tibieza”. Y Lake cantó: “You can only be what you think you are.”
Ojalá pudiera continuar mis estudios de cinematografía.
También te puedo decir que fue precioso ver con que entusiasmo trabajaban personas que nunca habían actuado en su vida.
En un futuro proyecto me gustaría usar música nacional y para ello buscaría a un amigo que tengo y lo convencería para que compusiera la música. (Cuando éramos adolescentes habíamos formado un grupo musical y tocábamos mucha música original). Ya estoy trabajando en un nuevo argumento y espero escribir un guión superior al de HABLANDO CON LOS MUERTOS.
Quiero tener una charla contigo, me debes alguna cerveza ¿no?, dónde te puedo decir cómo poder ir subsanando los errores de los que tú mismo hablas.
Esta tarde he tenido una reunión informativa con la Fundación Julia Díaz y representantes de CONCULTURA, ha ido muy bien, he estado muy suelto y todos se han quedado encantados con mi informe sobre nuestro taller. Tú persona ha salido a la luz, les he dicho que has sido un ejemplo de entrega y entusiasmo.
Bueno Oscar, espero que me digas cuando puedes que nos veamos, y fijamos un día. Un fuerte abrazo.
Luís.
Es un cortometraje que cautiva desde el comienzo con sus escenas tan fuertes, intriga por los detalles que revela conforme se desarrolla el argumento y tiene muchas pinceladas que le dan frescura y calidez a la vez, su conclusión me parece justa y también con moraleja si uno se pone a pensar en como pueden terminar los desenlaces de la vida. Muy interesante.
Además, nos ayudo a recordarlos a todos los de allá, (¡qué elenco!), por un momento deseé haber estado en Atiquizaya para que me incluyera aunque sea como extra. Quiero felicitarlo por su trabajo y por llevar a cabo su cometido.