Quiero aclarar primeramente que agradezco a cualquier hombre o mujer emprendedor, que a través de su trabajo honrado inicie una empresa comercial y con el tiempo hasta dé trabajo a otros compatriotas; pero hay ciertas conductas de los salvadoreños o algunas actitudes de los empresarios radicados en nuestro país que me sacan de quicio.
He aquí algunas cosas desagradables que ocurren alrededor y que tal vez ustedes hayan experimentado alguna vez:
1-No tener acceso libre a los servicios sanitarios de algunos lugares que venden comida y que por obligación tienen que tener habilitado estos servicios básicos. Por ejemplo en una gasolinera que cuenta con una gran sala de venta de productos alimenticios, con restaurante incluido, hay que solicitar una llave si uno quiere ir a orinar y cuando entra uno al servicio se encuentra con un lugar sucio y fétido. ¿No puede el distribuidor de una transnacional millonaria ofrecer un servicio sanitario decente y accesible y pagar a un empleado para que lo mantenga limpio?
2-Qué desagradable es llegar a una gasolinera y tener que bajarse del vehículo para ir a hacer cola a un cajero, para poder pagar la gasolina y luego servírsela uno mismo. ¿No añoran ustedes las gasolineras aquellas donde le revisaban el motor, las llantas y le limpiaban el parabrisas? ¿No les alcanza el dinero para pagar empleados que atiendan bien a sus clientes a los distribuidores de las gasolineras transnacionales millonarias? Todavía hay por ahí algunas que dan un buen servicio y yo procuro comprar sólo en las gasolineras donde me atienden bien.
3-Mirar niños pidiendo limosna, como si no tuvieran que estar instruyéndose en la escuela o siendo cuidados por sus padres. ¿Tienen empleo sus padres? ¿O sólo están siendo explotados estos niños por algún maléfico verdugo que se hace llamar mamá o papá? Pobres niños mendigos: una maldición en nuestro país.
4-Cuando he ido a algún Ciber Café me encuentro con lugares ruidosos, con música fea y estridente, con niños escandalosos que juegan de “matar” en los muchos juegos de violencia que ofrece Internet, con vecinos de computadora que escuchan también su música o hablan a gritos… ¿Es que acaso no pueden simplemente usar audífonos? ¿No puede toda esta gente respetar el espacio ajeno?
5-Sentirme ignorado y atropellado por los burócratas de las oficinas gubernamentales. Sin más palabras, creo que todos lo hemos sufrido alguna vez.
6-Escuchar que algún salvadoreño llama a otro salvadoreño “indio”, de una manera peyorativa. ¿Acaso no nos hemos visto al espejo? ¿Acaso no conocemos aún la sangrienta historia de la conquista española en estas tierras y del consecuente mestizaje?
7-Los mensajes que a diario manda la compañía telefónica a mi celular invitándome a una rifa o a participar en tontas promociones comerciales. ¿Podrían dejarme en paz?
8-El reguetón. Ni su música ni sus letras son de mi agrado.
9-Los controles policiales en las horas picos del tráfico.
10-Ver como desde los buses o desde los carros más lujosos mis compatriotas arrojan la basura a las calles. ¿Tendrá esto algo que ver con que los tragantes se saturen con las aguas lluvias y se formen inundaciones? Ni hablar de salubridad…
11-La intolerancia de muchos religiosos que se creen poseedores de la verdad y de la salvación de las almas. No creo que no hayan conocido ustedes alguna vez a algún cura o pastor protestante al que la hipocresía o el fundamentalismo le brotaran por los poros de la piel.
12-Oír a los políticos –o mejor dicho, politiqueros- de El Salvador, hablar de moral y ética, cuando es vox populi (y además lo han demostrado con hechos) que la mayoría de ellos son mentirosos y ladrones.
Y aun así, amo a mi país y trato de dar lo mejor me mí, por el bien de las nuevas generaciones.
Texto y fotografías:
Óscar Perdomo León