En estos últimos meses hemos visto en El Salvador como en algunas resoluciones de jueces, en casos que resultan emblemáticos, el castigo no corresponde con el delito. Por ejemplo, el trato que recibió el ex Presidente Francisco Flores (después de ser prófugo de la justicia), es decir, darle arresto domiciliar (aunque 13 días después la Primera Cámara de los Penal revocó tal medida). (Hay que decir que un cierto avance ha habido con el hecho que un ex Presidente sea llevado a juicio; aunque -y disculpen mi pesimismo- sospecho que el desenlace será como el de otros casos de gente con poder, en el que la justicia queda mutilada a mitad del camino.)
Otro ejemplo, en donde el castigo no corresponde con el delito, es la condena de 144 horas de trabajo comunitario que recibió el ex Ministro de Salud después de la desaparición de una millonaria cantidad de dinero que se iba a usar para la construcción de varios hospitales.
El manejo y la evolución de estos dos casos linda mucho con la impunidad.
Y si nos vamos a un pasado no muy lejano, encontraremos una cantidad casi infinita de asesinatos y otros delitos en que los culpables nunca han sido siquiera perseguidos.
Y los salvadoreños nos sentimos indignados, sí.
Pero, ¿no será que esa cultura de la impunidad está metida hasta en la médula de nuestra identidad, de nuestra manera de ser?
Esa falta de intensidad por querer abrazar la verdad y la honestidad carcome todo nuestro tejido social.
¿No hay deshonestidad en los padres que inculcan a sus hijos que robar, cuando hay oportunidad, es «viveza»?
¿No hay deshonestidad en el gobierno y en los dirigentes religiosos que colaboran con pandilleros?
¿No creen que algo podrido se ha gestado en nuestra sociedad cuando ya no hay diferencias entre los políticos tradicionales que siempre han defendido el privilegio de unos pocos y entre aquellos políticos «revolucionarios» que decían luchar por una sociedad más justa?
La impunidad es tan dañina porque manda un mensaje general: Cometan los delitos que quieran, que de todas maneras aquí las leyes no funcionan.
Me duele decirlo, pero los salvadoreños de alguna manera, nos vemos reflejados en aquella película de Luis Estrada: La ley de Herodes.
Como escribió un amigo en Facebook: «Este es el país en el que lastimosamente vivimos, donde el bueno muere y el malo vive en la impunidad….»
Pero aun así, sigo creyendo que una de las principales soluciones para los graves problemas de El Salvador es la educación. La niñez necesitan aprender verdaderos valores.
Hoy que estamos en el mes de «la independencia patria», en muchas escuelas le enseñan erróneamente a la niñez que amar a su patria es salir a desfilar el 15 de septiembre. ¡Qué equivocados están algunos profesores! ¿Quieren de verdad enseñarles algo grande a sus alumnos para toda la vida? Den a ellos una motivación intensa y sincera para amar el conocimiento.
Hacer patria es aprender y practicar los valores de la puntualidad, la responsabilidad, la honestidad, el respeto hacia los demás y el deseo de querer aprender algo nuevo cada día.
Escrito por
Óscar Perdomo León
El problema es como existe desde hace mucho tiempo,cuanto tienes cuanto vales,se puede ver a diario ,desde un crimen pequeño de un ciudadano Regular a alguien con una posición económica mejor,el que puede poner un abogado privado tiene posibilidad de salir absuelto,el que tiene uno que pone la fiscalía gratuitamente ,solamente lo representa por representar-mi punto es que quien puede pagar será mejor representado;esta es la ley de la vida,aunque no queramos es así,muchos como este señor presidente y otros altos funcionarios,se les castiga diferente ,la,mayor parte son absueltos o reciben condenas que no justifican el crimen cometido.es mucho lo que sabemos y podemos decir,pero siempre va a ser y será así ,por mucho que protestemos.
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Usted tiene razón, Rudyaol, pero es una razón relativa. Piense que en la actualidad, en otros países, la justicia funciona más eficientemente.
Muchas gracias por visitar mi blog y dejar su comentario.
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Desgraciadamente don Ruyadol por gente derrotista como usted es que la cosa no cambia, si seguimos siempre a la guanaca de que lo que no mata engorda, que al tonto ni Dios lo quiere y en arca abierta hasta el justo peca y de que de los pobres sera el reino de los cielos, estamos jodidos maitro!! En nuestro país nunca se ha enseñado la SOLIDARIDAD y enlos 70/80″s cuando se quizo practicar se asesinaba al que osaba ser solidario con el debil, muchos murieron en el intento los que quedamos o somos cobardes on somos unos grandes egoístas…
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Gracias por su comentario, Carles Puyol, y gracias por visitar mi blog.
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