BARÓN ROJO en Santa Ana


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La publicación de esta semana es una especie de rincón nostálgico personal.

Hace muchos años conocí, en Santa Ana (El Salvador), a unos músicos intuitivos y apasionados -con esa pasión con la que uno hace casi todo durante la juventud-  y junto a ellos llegué a formar parte de un grupo musical llamado “Barón Rojo”. En realidad la banda fue bautizada por Bernardo, el vocalista; él era el alma del grupo; era de piel blanca, el cabello rubio oscuro y una voz envidiable. Le encantaba cantar música de Led Zeppelin.

Recuerdo que tocábamos covers en inglés de los ´70 y los ´80 en fiestas alrededor de varias ciudades del occidente de El Salvador. Una vez -bien lo recuerdo- tocamos en una fiesta de graduación del colegio San Luis junto al Grupo Bossa.

En Barón Rojo yo tocaba el bajo eléctrico.

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Les dejo aquí, pues, una muy breve plática que tuve con el poeta Alex Canizalez, otro de los integrantes de Barón Rojo, quien tocaba la guitarra rítmica.

ALEX: El antecedente del Barón Rojo, un grupo musical de muchachos adolescentes, fue Rolles Band, liderado por René Rosales Arévalo, en el Colegio Bautista; Carlos Galán era el baterista, luego Salvador Hernández, la primera guitarra, un ex alumno talento del CENAR que tocaba música clásica de forma exquisita. En el Barón Rojo ellos lideraban el grupo. Carlos Anzora, tocaba el órgano y la batería. Dábamos conciertos musicales en los años 81 y 82, en pleno guerra Civil, en las calles de Santa Ana. El Barón Rojo era el apodo de Bernardo Acosta, hijo de un veterinario; era loco, hermoso, lleno de rebeldía. El nos metió con Zepellin, Mody Blue, Yes y otros. Con el apoyo de la casa de la cultura en el teatro Nacional llenábamos hasta reventar el teatro. Con el nombre del Barón Rojo ya en la UES, llenábamos el auditorio Marta Cervantes. En varias ocasiones la Policía Nacional nos amenazaron, acusándonos de comunistas y «mariguanos»; llegando al extremo, que con el yatagán nos cortaron el cabello frente a la gente que se reían, pero no se movían ni marchaban, queriendo escuchar cantar al Barón Rojo de la UES. En esa ocasión, llenos de rabia pero no humillados, tocamos y cantamos Noches en Blanco Satín, el Popurrí de los Bee gees y Santa Lucia de Paco de Lucía y además una canción de Guaraguao. Ese día fue nuestro último concierto. El escuadrón de la muerte amenazó a Bernardo, que al final se exilió en Alemania. Desde entonces no nos volvimos a ver ni hablar. Hasta ahora que recuerdo esta parte de mi memoria. Gracias, Óscar, por hacerme recordar esa parte bella y preciosa de mi vida por la música. ¡Viva el Barón Rojo!

ÓSCAR: Bernardo realmente amaba la buena música. Yo lo seguía de vez en cuando hasta su casa para oír un rato los discos que tenía y así fue como escuché por primera vez «The Steve Howe Album». Inmediatamente le pedí que me lo grabara y ya en mi casa lo devoré por días y días.

Recuerdo que una vez fuimos a tocar a Ataco, si no me equivoco. Otra vez tocamos en una cancha de baloncesto. En otra ocasión tocamos en la fiesta de graduación de un colegio de Santa Ana. ¿Y yo cuándo fue que entré a Barón Rojo, Alex?

ALEX: Usted llegó al grupo para tocar el bajo reemplazado a Ricardo «turrón», ya fallecido. Si también lo recuerda, tocábamos y cantábamos en las misas dominicales en el Colegio San Luis, y en la fiesta de graduación el grupo Bossa, de Paquito Palaviccini, nos prestó el bajo. Y el grupo Espíritu Libre escuchó la extraordinaria voz de Bernardo, el verdadero Barón Rojo. Olvidé mencionar que Carlos y Salvador se fueron para EEUU. Esa noche de la graduación, nuestra intervención fueron unas 4 ó 5 canciones: Zepellin, Mody… Nosotros éramos más de concierto, no amenizadores de bailes. Desde entonces Espíritu Libre cerraba sus fiestas con ese tipo de canciones. Me encantaría hacer el guión de película de todo esto, contrastando esa adolescencia entre fusiles y guitarras.

ÓSCAR: ¿Cómo se llamaba el sacerdote que nos prestaba instrumentos musicales?

ALEX: El padre Chacalote, un sacerdote muy emocionado con nosotros quien nos trajo a dar conciertos entre los colegios Maristas. Estábamos entre 18 a 20 años, máximo 21. El padre nos prestaba los instrumentos y nos daba permiso de ensayar en un cuartito frente a la cancha de fútbol en el colegio ¿Lo recuerda? A cambio tocábamos en las misas y escondíamos a Bernardo para que el padre no lo viera de pantalones cortos y el cabello largo, como cristo. Hasta que un día nos descubrió y no le gustó para nada la facha de rebeldes y roqueros. Después fue que fuimos a la UES (Universidad de El Salvador), donde empezamos a tocar música de protesta y conciertos de Rock. Eso es todo lo que recuerdo.

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Óscar Perdomo León.

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