Miguel Ángel Espino
Al leer la novela «Hombres contra la muerte», de Miguel Ángel Espino, quedé sumamente impresionado. Su prosa es verdaderamente exquisita. Es una escritura con mucha energía y realismo, cuyas frases tienen verdaderamente una fuerza volcánica, y su pensamiento muy inclinado a lo social, hacia los valores relacionados con la bondad y la fidelidad hacia los ideales de querer ver crecer con equidad a nuestros pueblos latinoamericanos.
También hay una gran cantidad de poesía en esta novela, sus palabras tienen alas de belleza, vuelan con metáforas e imágenes hermosas. Esto no es de extrañar, ya que el hermano de Miguel, Alfredo Espino, es el autor de ese bello poemario llamado “Jícaras tristes”, recopilado por Alberto Masferrer.
Pero volviendo a «Hombres contra la muerte», me gustaría decir que en este siglo XXI, en un tiempo en donde algunos escritores salvadoreños prefieren darle la espalda a la realidad de nuestro país subyugado por un poder que no obedece más que al dinero, en contraste me tropiezo felizmente con «Hombres contra la muerte» y encuentro en su argumento una historia de amor por Belice, por América toda, una historia de amor hacia Latinoamérica, llena de la ilusión por la libertad y la justicia.
En este tiempo en que los dirigentes del FMLN han alcanzado el poder en el gobierno y al mismo tiempo se han convertido en la nueva burguesía insensible a la pobreza del pueblo, una dirigencia insensata que ha olvidado la necesidad de buscar y darle una verdadera educación a este país desangrado, un FMLN que ha perdido el rumbo y el porqué de una larga lucha, de generaciones y generaciones, en búsqueda de la dignidad para El Salvador, una lucha que el FMLN, el partido que se suponía que defendía los más altos sueños de El Salvador, ha traicionado, me estrello suavemente con esta novela de Miguel Ángel Espino (terminada de escribir en noviembre de 1940), tan llena de patriotismo, pero no de patriotismo barato y demagógico, sino de un profundo afecto por la tierra americana que nos ha visto nacer.
Sus 315 páginas capturaron mi atención. No hay debilidad ni aburrimiento en su lectura. Sus párrafos nos van llevando, jalando, por sucesos emocionantes, tiernos, de ímpetu poético, de hondas descripciones que nos hacen vivir, experimentar la grandeza del bosque, el duro trabajo de los leñadores, la variedad de animales de la selva oscura, la sencillez o lo complicado de los sentimientos humanos.
Me encantaron por ejemplo algunas frases colmadas de ilusión y de idealismo. He aquí cinco de ellas, extraídas al azar:
“La vida es el derecho a modelar el presente y a bosquejar el porvenir, y cuando la vida no es eso por voluntad de otro, entonces la vida no es el goce, sino la nostalgia de una cosa que perdieron nuestro abuelos y que recibimos nosotros como una herencia que nos hace odiar la felicidad.”
“Ser valiente quiere decir tener valor para defender el bien. Defender el mal es cobardía. Todos los asesinos son cobardes. Defender la verdad es más grande que defender la mentira.”
“Lo primero es conquistar el derecho de soñar, convencerlos de que podemos soñar, de que no sólo podemos cultivar café y exportar fiebre amarilla, como creen.”
“La tierra y el honor no se venden.”
“Un poco de ingenuidad, un poco de esperanza, un poco de justicia. Esto quiere decir también un poco de belleza. Porque América entiende que donde no hay un lugar para la belleza, para el ensueño, tampoco habrá un lugar para la justicia, y donde no hay un lugar para la justicia, jamás los hombres encontrarán la huella del amor y de la felicidad.”
También me gustó mucho la descripción tan detallada pero decorosa de una mujer en un acto de erotismo:
“Leona salió del cuarto de madera (…) Nadie se dio cuenta. La noche con sus constelaciones borrosas le cayó en los ojos. Era un silencio como jamás lo había soñado, con mil motivos musicales que no estallaban, con mil ruidos de seda que se arrastraban. Aquello era mitad luz y mitad música. La tierra respiraba como una mujer dormida. El cielo se había hecho un hombre con ganas de besar. Leona participaba de la onda amorosa. Se dirigió despacio hasta la plazoleta, caminando con pasos de pájaro, llegó al fondo, subió sobre uno de los cúes que afectaba una forma de cono truncado, y sobre la cúspide de tierra apisonada se tendió a ver la inmensidad titilante. Una embriaguez voluptuosa la envolvía, le distendía los nervios, corría por los músculos, parecía ofrecer la boca al amante estrellado. El calor la hizo despojarse del cubridor, y quedó soberanamente desnuda, blanca, sacudida por una lascivia que no entendía. Un deseo sagrado hacía temblar sus carnes de nácar. Los senos le dolían, el vientre jadeaba, las uñas se hundían en los muslos. No se sabía hasta donde llegaba el cielo y donde comenzaba la tierra, donde terminaba la tierra y empezaba el alma de aquella muchacha envuelta en suspiros. Entre las piernas una V de trigo celoso dibujaba las ansias virginales de la doncella sacudida por las furias del trópico. Leona se retorcía, anhelante. Apretó las manos sobre el bajo vientre, crispó la boca, extendió las piernas, se quejó débilmente con un sollozo que era gorjeo de mujer herida por el placer, y se quedó así, sumida en un lujurioso espasmo, en una inmovilidad dichosa, en un frenesí que le llenaba el pecho de plenitud, de estrellas lontanas.
“Después de la entrega, aquella mujer, a quien acababa de besar el cielo, sobre una tierra lánguida, aquella mujer solicitada por la noche penetrante de los mayas, se quedó un largo rato sin sentido, arrullada por la dulzura infinita que había entrado a su cuerpo de diosa.
“Amaneció con ojeras. Bajó las pupilas verdes la vida había extendido la sombra de un amor.”
***
Ramiro Cañas -el personaje principal de esta novela- profesor salvadoreño, emigrado a Belice para trabajar en el comercio de la madera, bajo las órdenes de los ingleses, encarna la nobleza, la valentía, la rectitud, el hombre bondadoso en busca de la justicia, enraizado en nuestro pasado indígena, en nuestro presente mestizo y en un futuro de esperanza.
No les contaré la trama en sí, ni el final tampoco, por supuesto. Sólo les diré que tenía tiempos de no llorar con el final de un libro; el heroísmo y la intensidad de lo que sucede en las últimas páginas de esta novela y la manera tan bella en que lo cuenta Espino, me conmovió verdaderamente.
Recomiendo leer «Hombres contra la muerte», escrita por Miguel Ángel Espino, uno de nuestros mejores escritores, quien nació en Santa Ana, (El Salvador, América Central) el 17 de diciembre de 1902 y falleció el 1 de octubre de 1967, en México D. F.
Texto:
Óscar Perdomo León
Imágenes tomadas de Google.
Agradecimientos sinceros para Jonathan Cruz Salmerón por facilitarme «Hombres contra la muerte».
Increible novela,no la he leido aun pero espero hacerlo some day, aqui es dificil conseguirla pero espero hacerlo, gracias Oscar por compartir tus vivencias bye cuidense
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Annahernandezalas : tal vez no sea tan difícil de conseguir, porque es una publicación de la Dirección de Publicaciones y creo que ellos distribuyen sus libros en Estados Unidos. Gracias por visitar mi blog. Un abrazo sincero.
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Este libro me dejó inquieto. Inquieto por buscar un sueño latinoamericana, sino un sueño salvadoreño de libertad y justicia. Creo que Miguel Angel Espino creía en el potencial de Centro América,un potencial dormido, sino mancillado por los mezquinos intereses de nuestros gobernantes. Espero ver ese sueño hecho realidad.
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Realmente el sueño de Espino, reflejado en el personaje de la novela, Ramiro Cañas, es un sueño digno, de amor y justicia, que tanto se necesita hoy en nuestro país. Yo también quisiera ver ese sueño algún día hecho realidad. Gracias por visitar mi blog, Jonathan.
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Por la imagen de la portada que pones, sospecho que no has leído la versión completa y corregida por el mismo Espino. Esta versión es mucho más impactante, te lo aseguro. Aquí en el país se publicó hasta hace poco, en el 2007, en su obra narrativa completa de la DPI. ahí hay pasajes sobre Sandino, Martí y la masacre del 32 que no se incluyen en la primera versión.
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¿De verdad? ¡Qué interesante! Qué bueno saber eso. Néstor Elías Martínez: muchas gracias por este importante aporte que has hecho.
Gracias por visitar mi blog.
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Wow es una buena reflexion pero no es lo q estoy buscando de resumen de esta novela sorry
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Gracias, anina1520.
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a mi m
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He leído su articulo varias veces y siempre me enseña algo nuevo. Hace poco leí esta obra y de ella ha nacido un pequeño ensayo que presentaré mañana en la universidad. Gracias por dejarnos sus impresiones y permitir realizar tan buenas lecturas en su página.
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Muchas gracias a usted, nidiaquinterosster, por sus bonitas palabras.
Me gustaría, si fuera posible, leer su ensayo.
Gracias por visitar mi blog.
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¡Qué barbaridad, hasta hoy he leído las notificaciones de mi cuenta!. Me incorporo a la lectura de su blog. Feliz noche.
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Muchas gracias. Buenas noches.
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Es Miguel Angel Espino el verdadero padre del Realismo Mágico?????????…….parece que si.
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Podría ser. No soy experto en literatura; pero he escuchado que el padre del primigenio realismo mágico fue Juan Rulfo (y éste siempre se refirió a Salarrué como «maestro»).
Gracias por su comentario, Maricio Parzival.
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Estaba buscando información sobre esta novela porque tengo que preparar una exposición pronto y me topé con esta entrada en su blog. Difiero un poco de su opinión, creo que el estilo del autor es muy verborreico, y fácilmente pudieran quitársele cien páginas a la novela. Se me hace lenta y aburrida en ciertos puntos. Incluso casi ilegible. Pero sí coincido en que las ideas expuestas en el libro, los personajes y el final hacen que valga la pena leerla. Es como de esas lecturas obligadas que tienen algo de provecho.
Por otra parte, me dio curiosidad su apellido y empecé a checar su blog. Me sorprendí bastante al confirmar mis sospechas: usted es el papá de Bea. Fue mi compañera de promoción en el colegio. No éramos tan cercanos, pero teníamos una especie de chiste en el que deformábamos nuestros nombres y siempre nos llamábamos de ese modo. Me resulta chistoso cuando recuerdo esos días. Era muy amigable.
En fin, gracias por esta entrada. Aún diez años después de escrita, me parece muy pertinente. ¡Saludos!
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Entiendo su punto, oliwas.
Sí, yo soy el papá de Bea. Por cierto, escribí un libro sobre Beatriz que se llama «Tendré que hablarte». Fácilmente puede adquirirse en la UCA o en Los Tacos de Paco.
Por otro lado, ¿cómo era esa deformación de los nombres que ustedes se hacían? Tengo curiosidad.
Gracias por visitar mi blog.
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Genial, cuando pueda voy a buscar el libro. Gracias por la recomendación.
Con lo del juego que le mencioné, me acabo de dar cuenta de que en realidad solo lo hacía yo. Como ella se apellidaba «Pacas», yo la llamaba «Paco». Había una compañera también, de apellido «Gámez», a la que yo llamaba «Gómez» jajaja. En realidad ellas solo me decían Chepe (José es mi segundo nombre). Ya hace cinco años de eso.
¡Saludos!
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Gracias por compartir eso. ¡Saludos!
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