EL TIGRE AGAZAPADO Y EL DRAGÓN ESCONDIDO. Una película de Ang Lee


Una película que eleva las artes marciales a coreografía poética y cuya música es una de las más hermosas que he escuchado en el acompañamiento de las imágenes cinematográficas, no podía menos que ser algo memorable, una de esas piezas de arte que a pesar del paso de los años no se me ha borrado de la mente.

Este largometraje del año 2000 tuvo un gran éxito de taquilla y no siempre las mejores y más artísticas películas van de la mano con ese tipo de éxito. La historia que se cuenta, y que transcurre en el siglo XVII, es realmente una maravillosa trampa para atrapar espectadores comunes y cinéfilos sin remedio, porque está llena de aventuras y de secuencias de acción, así como también tiene escenas de romance; pero principalmente está llena de buenos diálogos, una bellísima fotografía y unas actuaciones envidiables.

Las actuaciones, como decía, son realmente buenas y creíbles. Li Mu Bai (interpretado por Chow Yun-Fat) es un guerrero famoso y casi una leyenda viviente, quien posee en sus manos una espada de 400 años de antigüedad, conocida como el Destino Verde, y que lo ha acompañado en sus múltiples campañas para imponer la justicia. Pero Li Mu Bai quiere dejar la vida que ha llevado porque está enamorado de Yu Shu Lien (Michelle Yeoh), quien también es una guerrera extraordinaria. Vuelven ambos a reencontrarse cuando Li Mu Bai decide regalar el Destino Verde a su mecenas. Sin embargo, no contaban ellos que la cara espada sería robada por Jen (Zhang Ziyi), una talentosa y obstinada aristócrata que ha aprendido las artes marciales a escondidas de sus padres y bajo la tutela de una asesina buscada por la justicia.

El robo del Destino Verde desencadena una serie de eventos que conducirán a inesperadas aventuras.

Unas de las mejores secuencias de la película es cuando los protagonistas principales, guerreros habilidosos, combaten con destreza, porque están revestidos de una especie de poderes mágicos que les da la capacidad de volar y escalar las paredes de una manera muy fácil. Me gusta mucho que estos poderes se presentan sin anunciarlos, de una forma natural y espontánea.

He dicho que la música es una cosa grandiosa y creo que una de los segmentos más bellos de esta música son los que suenan durante las escenas en el desierto.  La sensibilidad de Ang Lee para mostrarnos una China generosa, llena de contradicciones y bellezas, de honores y traiciones, de celos y de amores, de realidades crudas y de serenas fantasías, es la clave de la grandeza de esta película.

No puedo terminar sin decir que el amor es una constante en esta historia y sin embargo, todos los amores que bullen en ella, fracasan trágicamente.

Texto:

Óscar Perdomo León

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