Veo tus ojos y me doy cuenta que son dos lagos oscuros
en los que podría ahogarme
o descubrir tesoros ocultos.
A veces quisiera mirar a través de ellos
y gritar en silencio
en el burbujeo de mi cabeza
los descubrimientos que hallaría en la intimidad
de su verdad.
Sin embargo, mis anhelos se marchitan
ante tu visual escrutinio.
Y al no poder radiografiarte,
me voy caminando,
enamorado de la noche,
muy despierto y lleno de tu energía,
buscando siempre donde amanecer.
Soy muy vulnerable a tus abrazos,
vos lo sabés.
He cometido muchos errores;
pero cuando llegue mi último respiro
ojalá que logre experimentar
la misma sensación
de cuando me estrechás en tus brazos.
Cuando llegue mi último aliento
espero sentirme
sin remordimientos,
como cuando estoy a tu lado.
Camino con mi dedos
sobre tu piel
y cuando al fin regreso
de tu mirada
a la cruda realidad del país de la violencia,
de esta mi patria,
la de la mueca bucólica,
a veces me entran unas grandes ganas de ser el niño que fui
con las ideas del viejo que seré.
Pero sólo soy
lo que soy.
Y nada más.
Y en la lejanía todos creen conocerme.
Quizás porque soy transparente.
Mas sepan todos
que hasta los cristalinos
tenemos nuestros secretos.
Porque la realidad es que
mi lado más lóbrego
o mi costado más rozagante,
sólo los conoce
la sagaz
mirada
de tus estanques apacibles.
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Escrito por
Óscar Perdomo León.
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Fotografía gracias a C.R.
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