A veces la rutina o la confianza exagerada hace que a nuestras personas más cercanas no les digamos cuánto las valoramos y cuánto las amamos. ¿Cuánto no daríamos hoy por abrazar y mirar directamente a los ojos a nuestros abuelos, padres o amigos ya fallecidos?
«El tiempo corre, vuela y se nos va», escribí en una canción, convencido de nuestra brevedad en el tiempo. Y el paso del tiempo es verdaderamente implacable. Seguir leyendo «CUANDO MORIMOS YA ES DEMASIADO TARDE»