Así como la Revolución Francesa en el siglo XIX influenció al mundo con sus reformas sociales, así también todo avance que se dé en la actualidad en materia de derechos civiles en cualquier país del mundo, influenciará a otras partes del planeta.
La recién aprobada ley de legalización en Estados Unidos del matrimonio civil para la comunidad gay, tendrá repercusiones positivas en todo el mundo para esa minoría, discriminada por mucho tiempo, por demasiado tiempo.
Así como los heterosexuales sienten deseos de casarse, así también los homosexuales pueden sentir lo mismo en algún momento de su vida. El amor no conoce fronteras.
Para aquellos que no aceptan, debido a sus creencias cristianas, que dos personas del mismo sexo se casen, les hago una pregunta. ¿No es acaso la frase «Ámense los unos a los otros como yo los he amado» la premisa más importante del Cristianismo? La discriminación de los homosexuales, el mirarlos como ciudadanos inferiores o de segunda clase, no tiene concordancia con la frase arriba mencionada.
El sentido común nos dice que una sociedad excluyente es una sociedad injusta, una sociedad que no puede funcionar correctamente.
Para entender que dos personas del mismo sexo se amen y deseen vivir juntas, sin ocultarse y bajo el amparo de la ley, no se necesita mucho, sólo abrir los ojos a la naturaleza y a su inmensa diversidad. Sólo se necesita que nos demos cuenta que ya no estamos en la Edad Media ni mucho menos en la Edad del Bronce. Sólo se necesita un poco de sentido común y respeto hacia los demás. Sólo se necesita un poco de empatía.
Escrito por
Óscar Perdomo León
Imagen:
«El sueño», de Gustave Courbet (1866).