Hay una escena en la película Pretty Woman donde Richard Gere le devuelve un collar muy caro y hermoso al gerente del hotel (Héctor Elizondo). Julia Roberts, quien había iniciado con Gere una relación de negocios que se fue haciendo romántica, acaba de irse y es ya casi el final de la película. (Quien haya visto este largometraje de 1990, entenderá mejor de lo que les hablo.)
Cuando el gerente recibe el collar le dice, mirando a los ojos a Richard Gere:
-Debe ser muy difícil separarse de una joya tan valiosa.

Las palabras de Elizondo (que aquí no son literales, pero creo no alejarme de su esencia) son en verdad una metáfora en ese contexto. En realidad él le habla tácitamente de Julia Roberts.
Entonces Richard Gere se queda pensando y sale en busca de ella.
Así me sentí yo el día de mi divorcio, perdiendo a la mujer que había amado por tanto tiempo y que me complementaba de diversas maneras. La diferencia es que yo no pude salir a buscarla a ella, porque ella estaba sentada junto a mí, firmando también los papeles del divorcio.
Estaba junto a mí, pero tan lejana como la luna y las estrellas.
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Comparto hoy este sentimiento de pérdida, porque sé que no soy el único ni el primero en experimentar algo así. Y estoy seguro que habrá más de alguna persona que se identificará conmigo.
Comparto este sentimiento hoy, porque que sé que los días vienen y van, porque las olas se acercan y se alejan, y el sol emerge cada mañana y se hunde por la tarde. Y todo parece repetirse, como el amor y el dolor, que emergen y se hunden.
Pero aunque todo es lo mismo, nuestros corazones saben muy en el fondo que nada es igual y que la vida puede tomarnos por sorpresa a la vuelta de la esquina. Y ese adiós que hoy duele, puede tornarse en una bienvenida inesperada.
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Escrito por
Óscar Perdomo León
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ÉL LEYÓ EN SUS OJOS
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