I
Cuando soñamos
¿estamos navegando en nuestro subconsciente
o estamos en un universo paralelo,
extrañamente invisible?
Cómo me engaño a mí mismo; sé muy bien la respuesta.
Y sin embargo, algo monstruoso me hace dudar
y me dice
que alguna vez crucé la puerta equivocada
y que estuve en un mundo
que se derrite y deforma,
lleno de luciérnagas gigantes;
donde el colibrí canta con voz de mujer,
huele a rosas y cambia de colores;
un lugar en donde yo
pude volar sin alas
entre la oscuridad
del bosque.
Y fue allí donde vi su sonrisa,
sus ojos,
sus alas
y fui feliz.
II
El nombre impronunciable
de esa mujer-ave
fluía libre en mi sangre
y contra mi voluntad.
Su nombre, en forma de fiebre, resonaba en mis sueños y en mi vigilia.
En el bosque lluvioso
una bruja buena,
con las más diversas y milenarias pociones mágicas,
trató -¡en vano!-
de curarme.
Su nombre, sin duda, era un veneno.
III
Anoche volví a soñar con ella y entré
nuevamente
en ese mundo inconcebible.
Caminé entonces con pasos perdidos
entre la bruma
hasta encontrarla.
Sus vibras ya no eran las mismas,
sus ojos estaban apagados;
sus alas, manchadas y heridas.
Y su sonrisa se había marchado
al subsuelo ardiente
de las almas
dolorosas.
Le di,
en una caja que relumbraba suavemente,
unas cosas,
del mundo de la vigilia,
que pertenecían sólo a ella.
Entre dientes me dijo: “ Gracias”.
Todo seguía nublado
y en su mirada
el amor había colapsado.
(Después de todo…
y a pesar de todo…)
Pero estaba ahí,
tan callada y vulnerable frente a mí,
que la abracé fuerte y sinceramente,
acariciando su cabello,
convencido que sus alas sanarían
y que volvería,
aunque no junto a mí,
a amar y ser amada.
Entre la penumbra
y los arcoiris de miel,
me fui sin decir adiós,
tratando
de irme para siempre.
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Escrito por
Óscar Perdomo León
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Collage por Óscar P. L.
Fotografía por Óscar P. L.
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