Cuando nos conocimos,
-de verdad-
hacía un viento
gris y fuerte.
Y una nube de pájaros negros
sobrevoló la tarde
moribunda.
.
Vos temblabas de frío.
Acerqué entonces
mi calor a tu cuerpo con mi cuerpo
y tímidamente
y lado a lado
nos juntamos.
Sonreímos. Comimos.
Y de pronto sentí dos pequeñas
almohadas,
suaves y gruesas,
tocándome la mejilla izquierda:
eran tus labios
apetecibles
y amorosos.
Busqué con mis ojos tu mirada.
Y tus ojos cerrados
buscaron con deseo
mis labios
abiertos.
Te besé
y al besarte
abriste frente a mí
tu visual inspección.
Sólo por dos segundos
-eternos-
se cruzaron nuestras miradas
y me di cuenta
que las abejas silvestres
habían fabricado su colmena
en tus ojos claros.
.
De la ceguera
me despertaron aquel día,
tus besos
y la ternura
de tu abrazo.
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Escrito por
Óscar Perdomo León.
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Fotografía por Óscar Perdomo León.
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