Besé sus labios apasionadamente. Y así, sucesivamente, pude sentir su entrega física y psicológica incondicional; sus manos me acariciaban suavemente.
Luego besé su abdomen, mientras mis manos acariciaban suavemente sus pechos. Bajé mi cabeza para mirar su pubis intensamente…
Hay un misterioso y sereno placer en ver cómo la otra persona disfruta verdaderamente. Y es un sistema totalmente complementario: una persona se entrega deliberadamente al placer y la otra se llena de determinación para hacerla feliz; y luego los papeles se invierten. A veces las vías corren en ambos sentidos. Es la naturaleza humana. Es sabiduría.
No hay nada más placentero que caminar besando las colinas y los valles más estrogénicos, sentir el perfume de la piel, no importando el color, la tonalidad, sólo reconociendo la diferencia entre una y otra y disfrutándolo. Cada piel, como ya es sabido, tiene un aroma peculiar.
Sentir cómo se humedece de placer una hembra, es haber vivido felizmente la lluvia, es haber explorado el complejo universo y hurgado, al mismo tiempo, la simplicidad de un cabello. Es algo que las palabras apenas pueden explicar.
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Escrito por
Óscar Perdomo León.
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Gracias, Pippo.
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