Escuchar la lluvia,
sentir su rumor constante,
percibir su humedad como algo muy cercano,
como algo demasiado adyacente
a mis labios
y a mis huesos…
Y al abrir los ojos,
saber con certeza que esa lluvia
no es más que un susurro
atormentado
en las paredes
de mi pecho.
Entender que la oscuridad
ya no me asusta,
porque yo mismo
me he convertido
en noche
tensa y desplegada.
Es que ya soy
penumbra que transita las habitaciones
vacías,
soy la sombra tenebrosa que,
ciega y amputada,
deambula disipada,
en la madrugada más fría.
Sombrío,
camino y me detengo vacilante
entre los pasillos
del recuerdo.
Y sin embargo,
aunque la lluvia continúa imparable,
me doy cuenta
que di más de lo que tomé…
Entonces
una sonrisa revienta
como una flor
en mi rostro…
Ya no me asusta
la oscuridad.
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Escrito por
Óscar Perdomo León
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Fotografías tomadas por
Óscar Perdomo León
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