Un acorde resonó en la oscuridad.
Miré de inmediato a mi guitarra,
pero ella estaba ahí en un rincón,
tímida y silenciosa.
Miré hacia el cielo
y el cielo estaba muerto
desde hacía mucho.
Miré a mi alrededor,
buscando el origen
del acorde musical
y no había nada
ni nadie…
Sólo vi sombras solitarias,
calladas
y grises.
Miré entonces hacia mi corazón,
bañado en sangre de pasión y cerebral,
y el muy bandido
sonrió,
feliz
y culpable.
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Escrito por
Óscar Perdomo León
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Fotografía:
Óscar Perdomo León
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