SOLILOQUIOS DE LA REFUTACIÓN


Pintura por César Biojo.
Pintura por César Biojo.

I

¿Por qué aquel o este fulano trabajan arduamente? ¿Lo hacen para hacer el bien? ¿Elevan su energía para vivir de verdad o solamente para sobrevivir?

Unos lo hacen para ser relevantes, para ser importantes en un mundo superfluo. Otros sólo son mendigos del oxígeno, sin más ni más.

Y únicamente una minoría está apasionada con la verdad.

 

II

¿Cómo puede el alacrán inyectar su ponzoña sin sentir piedad?

Lo veo alejarse y regresar a dar un segundo aguijonazo. Luego se retira nuevamente, altanero, sin ningún signo de arrepentimiento.

¿Cómo puede hablar sin parar el loro en su jaula asfixiante?

No callar es su manera de contener sus lágrimas y ocultar sus mentiras.

Ambos, en consecuencia y desgraciadamente, desconocen la trascendencia de pedir perdón y de tener una consciencia tranquila.

 

III

El amor es una percepción, el amor es efímero.

El amor te cubre completito, pero luego se convierte en lluvia, te congela y te golpea con su granizo gigante.

Y el sol, mirando con picardía ese amor líquido, lo calienta, lo evapora y lo hace desaparecer ante tus ojos.

 

IV

Tu corazón parece un campo de batalla recién abandonado, con sus agujeros de bala en las paredes y sus asesinados regados por do quier, empapados de sangre pegajosa.

Después de cruzarte en su camino no queda más que destrucción y muerte.

Después de sus besos -mirándolo en retrospectiva- sólo angustias y heridas emergen de tu cabeza.

 

V

Estás equivocado, el amor no es fugaz. El amor está en la mirada y en la poesía de la música. El amor es lo único que da auténtico sentido a toda labor que se hace.

 

VI

¿Cómo, pues, después de recibir un disparo de odio, puede seguir cantando el ave silvestre?

Puede porque posee, escondida en su pecho, una llama que nunca se apaga.

 

VII

Las únicas cosas constantes son la esperanza, el dolor y ese arcano amor invisible que fluye en el arte y que, caprichosamente, entra y sale de cada ser humano, inesperadamente.

 

VIII

Nada es eterno. Nada es seguro.

Sólo hay una certeza en tu persona: la de tu pie entrando algún día, de un escalofriante tirón, en esa zona implacable que se llama muerte.

 

*

 

Escrito por

Óscar Perdomo León.

*

Pintura por

César Biojo.

***

Fotografía collage por

O.P.L.

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