Trepé a la copa
de un árbol de fuego
y desde ese lugar privilegiado
fui testigo de la escaramuza
entre el amor y el desamor.
Unos años después volví a verlos
en medio de la neblina densa
de las cumbres de Apaneca
y fingí
no reconocerlos.
Traten de entenderme:
hay terrenos borrascosos del pasado
que es mejor evadir y olvidar.
Y volé lejos de allí
tragándome toda la variedad
que da ese color gris-sucio
a este mundo.
Y mientras volaba,
de mis brazos emergieron
ramas de atención y bondad,
flores de verdad y comprensión.
En cascada cristalina
vi como mi perdón
se esparcía
sereno.
*
Escrito por
Óscar Perdomo León.
***