ESTA MUECA CIRCULAR Y SOLA. Antología poética de Rafael Góchez Sosa

Tengo un amigo que me ha confesado que no lee poesía porque dice que muchos poetas sólo escriben cosas abstractas y él no entiende de qué están hablando. Yo, como no soy crítico literario, solamente tengo como arma en este campo de la literatura, las pocas lecturas que he hecho durante mi vida. Así que lo que hice fue prestarle la antología poética de Rafael Góchez Sosa (1927-1986), «Esta mueca circular y sola», publicada por la Dirección de Publicaciones e Impresos en 1997. Y lo hice porque el poeta Góchez Sosa, junto a la belleza de su lenguaje poético, siempre aterriza en la realidad con temas profundos que tratan de la existencia, la alegría y el dolor, el amor y la soledad, o con temas de la contidianidad simple de nuestros días que, con su óptica, les podemos ver el lado humano.

Para mi sorpresa, mi amigo quedó encantado con el libro. Aunque siempre sigue prefiriendo leer prosa, me dijo que a partir de este libro, ya mira la poesía con otros ojos.

Por eso este día quiero compartir con ustedes tres poemas extraídos de esta antología.

(Disculpen el uso inadecuado que hago aquí de los asteríscos para separar las estrofas, pero tengo problemas en el blog para dar espacios.)

Óscar Perdomo León

::::

MARINA ESPUMA

La espuma es la palabra de los mares

expresando con sal toda ternura;

es el milagro de la suave anchura

en diluida campana de azahares.

*

Se deja aprisionar, luego se fuga.

Retorna al viejo de la noche eterna;

tal vez para volver más blanca y tierna

con la luna del viento que madruga.

*

La espuma tiene voz, tiene sonido.

Con sexual placidez llega a la arena

cantando el navegar de un primer beso.

*

Nos habla de viajeros, del herido

pescador, de misterios, de la pena,

de dichas. Y del viaje sin regreso.

*

ELEGÍA GATUNA

Murió mi gato.

Murió cuando las voces del crepúsculo

traspasaban los últimos

vidrios

de la tarde. Murió con luces

del primer lucero

que nunca supo comprender su origen,

su amistad con la luna y los tejados,

sus profundos ojos vencedores

del sol y oscuridades.

*

¡Cómo extraño sus brincos, su piel,

su ronroneo!

*

A veces,

triste yo junto a laas horas

vacías, se acercaba y con su lomo de neblina

o brisa borraba mi cansancio, mis instantes

de humo negro, mis crueles

soledades

de hombre débil.

*

¡Y qué gato!

Muchas hembraas lo buscaron

para saber de su felina gracia, de su tacto

pequeño y lisonjero,

del viento entrelazado en su pelamen.

¡Y qué gato!

Miraba una luciérnaga con atención

extraña, y volvía

a mí hasta perder de vista

la lucecilla vaga y misionera.

*

Cómo anhelo

su figura inmólvil en el viejo sofa

que era su amigo.

*

Ayer, acostumbrado a su presencia entera,

lo vi jugando con su larga cola. Y quise

acariciarlo, palparlo.

¡Qué tristeza tocar sólo una sombra!

*

En el jardín de la casa

está enterrado. Hoy las flores

se dan mucho más suaves.

Por

las noches

luciérnagas errantes, llegan a platicar

con su silencio…

*

LA CARTA

No. No quiero abrir

esta carta.

¿Para qué si estoy cansado

de siempre recibir

el mismo

hueco?

Mensajes de cumpleaños. Noticias

del amigo que ascendieron

de empleo. Cobros.

Catálogos. Necrológicas.

¿Para qué?

*

Sin embargo la abriré. Pueda

ser

que esta vez

venga un poema.

*

CALACAS PARA PEDRO Y FRANCISCO GABILONDO

Las calaveras (o calacas) literarias son una tradición mexicana en la que se honra la muerte, pero también se juega con ella, a través de escribir décimas en homenaje medio en serio, medio en broma, a algún fallecido.
Este día viernes 02 de noviembre la Embajada de México en El Salvador invita a la inauguración, a las 18:30, del Altar de Muertos en homenaje a Chabela Vargas y Carlos Fuentes.
Yo publico sólo los martes, pero este día hago una excepción para hacer mi pequeño homenaje a dos mexicanos muertos que llevo en mi corazón.

CALACA PARA PEDRO

I

Hubo una nave estrellada

que marcó mi corazón.

Fue su muerte la sazón

de la dura pena hallada

que aunque estuvo muy callada

de mi ser arrancó el grito,

por ese que ahora es mito.

¡Qué cuesta subir la cuesta!

¡Qué terrible pena es ésta

de una voz maravillada!

II

Infante no era infantil,

y la calaca a buscar

fue la voz de Pedro en par

y su presencia viril.

Un duro quince de abril

aquel avión se estrelló.

Vida el bolero no halló,

la ranchera estremecía

y mi alma se mecía

en la voz que se calló.

III

La muerte, la multitud,

y el llanto y el funeral.

Luisa lloraba el final,

Irma actuaba en rectitud,

Lupita era pulcritud.

La León, la Torrentera.

¿Y Dorantes la mera era?

Corren juntas tres mujeres,

tras Infante y sus haberes,

mas él se fue a su galera.

IV

Y después de tanto daño,

la frustración de la muerte

arribó con mucha suerte

después de un año y un año

porque pa´ nadie es extraño

que está la inmortalidad

en Infante, calidad.

Su voz continúa viva,

él regresó de donde iba.

¡Y qué gran genialidad

Pedro Infante
***

CALACA PARA FRANCISCO GABILONDO

I

¿Dónde estás, Conejo Blas?

El Chicote Aguamielero

me dijo: «Yo te requiero,

como a todos los demás,

porque hay alguien que jamás

dejaremos en olvido

porque vive y ha vivido

como sólo lo hace un padre.

Y aunque venga el lobo y ladre

Soler vive y no se ha ido.»

 II

Vino la Muñeca Fea,

Palomos,  Cucurumbé

bailando merecumbé.

Canas, arrugas, morfea:

el tiempo todo lo afea

y sin embargo Che Araña

conserva su piel, no engaña.

La Patita viene y va

los patitos dicen «¡´ma!»

No es un cuento, no enmaraña.

 III

 Di por qué, Cucurumbé

mi abuelita ya no brinca,

el comal a la olla trinca

y el Ropavejero ve

tal cosa que yo miré

y es que el grillito Cri Cri

me cantó donde viví.

Él estaba en todas partes,

siempre humilde y sin alardes.

«¿Y quién es el que anda allí?»

Francisco Gabilondo Soler
Décimas escritas por:

Óscar Perdomo León

Noviembre de 2012

Fotografía de la muerte tomada en Cancún por Érika Valencia-Perdomo.

Fotografía de Pedro Infante y Francisco Gabilondo Soler extraídas de imágenes de Google.

SOLEDAD. Un cortometraje de Érika y Óscar

Realizar SOLEDAD ha sido una aventura muy bonita para Érika y para mí. La idea original la concebimos hace aproximadamente unos once meses, a partir de un pequeño escrito que publiqué en mi blog personal, y hace ocho meses empezamos a trabajar en el guión. Si la idea original fue: “me estoy haciendo viejo”, pues la verdad esa idea inicial, aunque se conservó, se modificó en cierta manera y se le agregaron muchas más ideas.

Lo interesante de este proyecto para nosotros son tres cosas principalmente:

1- Las actuaciones de Stefany Escobar (en el papel de Soledad), Ricardo Flores y Mariana Guardado Valencia, nos han dejado un gusto muy gratificante en nuestros corazones.

2-La experiencia de realizar un corto de ficción, en cierta manera experimental, nos ha dado una felicidad que no esperábamos; la verdad nos sentimos muy contentos con el resultado final.

3- Y finalmente, el estímulo de la creatividad; todo: el guión, los escenarios, los actores, la música, el vestuario, etc., se fue enriqueciendo día con día. Las precariedad económica con que se hizo nos obligó a sacar provecho de las cosas que son gratis en la vida, como el viento y el sol…

Soledad es un monólogo casi existencialista, cuyo final se narra únicamente con imágenes y música.

Sin más palabras, pues, he aquí el cortometraje SOLEDAD:

Texto:

Óscar Perdomo León

ANEXO. Me he alegrado mucho al leer las reacciones que ha generado nuestro cortometraje. Mil gracias a las personas que se han tomado el tiempo de ver el corto Soledad y de reflexionar sobre él. Mil gracias a todos los que nos han felicitado. También acepto cualquier crítica constructiva. Además, es lógico esperar que no a todo el mundo le guste el corto. 
He aquí algunos de los comentarios sobre el cortometraje Soledad. Se los dejo casi textualmente como los escribieron.
Pabela Lake: “Oscar… han demostrado que el cine es también poesía, desde el texto hasta las imágenes, me han llegado muchísimo!!  Un aplauso para Oscar y Érika y por muchos más cortos tan gratificantes como este. Enhorabuena!”
Milton Moreira: «vi su corto metraje. creo que hay que seguir buscando un estilo propio, en el entorno y con los recursos disponibles. Buen esfuerzo.»
Odaliz Navarrete: “Felicitaciones Excelente Trabajo”.
Antonio Turcios: “No habia podido ver el corto hasta hoy. Me gusto mucho la fotografia, las escenas, muchas de ellas son como poesia visual y de plano muestran la riqueza de colores y vida en nuestro paisito. Las lineas o script fue muy bueno, la narracion en buen matrimonio con las escenas, la musica de plano fue espectacular y las actuaciones, sobre todo de Soledad. Lo unico que si no estuve tan cierto fue del final, pero de plano…fantastico trabajo. No es facil hacer un filme, es facil decir es bueno o no, pero parir uno, hacerlo de la nada….trabajo duro y muy bien hecho.”
Carolina Valencia Uribe: «Me parece conmovedor, intelectual y profundo.Lleno de todas las riquezas y del colorido de nuestros pueblos en El Salvador.Como siempre mi admiración y respeto por todo lo que hacen, queridos Erika y Oscar. Muy lindo corto, me gustó y me sentí conmovida…»
Laura Bodin: «Gracias, Oscar y Erika, por haber realizado esta obra de tan iluminada inspiración creativa. Estoy tan orgullosa de ustedes! Cuando me sienta sola en estas tierras lejanas, aqui encontrare, en este poema visual, intitulado «Soledad», alivio y sustento para seguir, día tras día, implacablemente hasta el final.»
Nota: Este cortometraje fue publicado originalmente  en LA ESQUINA DE ÉRIKA Y ÓSCAR y en LA CINERATA.

TRES POEMAS

La poesía siempre me ha interesado, especialmente desde el punto de vista de lector; sin embargo de vez en cuando se me ocurren palabras y frases, a las que yo llamo poemas…

BREVE   RETRATO

Tus ojos: húmedas lámparas, de finos musgos y delicadas algas.

Tus cejas: mínimas cordilleras por donde transitan, absortos, mis ojos.

Tu nariz: fresca ternura, elementales hojas.

Tu boca: la palabra, el beso, la mina de diamantes.

Tu cabello: mutación de coral oscuro, vegetación de terciopelo.

Tu voz: un intenso relámpago, iluminando mi oído.

Tus pies: la perfección, la imparable belleza.

Tus manos:

maravillosas herramientas, bronce en movimiento, materialización de la caricia.

NUESTRA MEMORIA

I

La vida se diluye como una espiración de humo que ya no podrá ser la que fue.

¡Qué breves criaturas somos! Por eso importa tanto el sentir y el pensar. Llenarnos la memoria de atardeceres y de hojas, de arroyos y de libros, de besos y de noches, de cantos y de risas.

II

Ojalá pudiera perseguirte y mirarte haciendo cosas, diciendo palabras, llenándote de alegría. Yo, con la sorpresa en mis manos, interrumpiría tus actividades para besarte la boca y las mejillas.

III

Estoy mirando caminos. Estoy mirando tu rostro. Entrego desnudo el corazón para dar lo más puro que tengo. Hay inmensos jardines hoy mirándonos y hay, nadando, un extenso pasto bajo nosotros.

Enviémonos mensajes y respuestas, que si lo sentimos existe.

Que tus manos lo perciban, que tus ojos lo vean, que tus labios lo quieran, que lo archive tu memoria.

VOS

Vos, flor de algodón -encaje blanco-, fresa de la montaña -olor de transparente laguna-pasto fresco donde mis manos de insecto aprenden a caminar.

Vos, libro interminable, vino fuerte que no invita al estupor, paloma volando con el canto sensual en las manos.

Vos, tierna y morena, dura y rebelde, forjadora del amor, telar de caricias y colores.

Vos, la más hermosa, caminás con la luz en mi pecho.

Poemas escritos por:

Óscar Perdomo León

Fotografía tomada por:

Beatriz Andrea Perdomo Pacas

OTRO POEMA DE LOS DONES. Uno de mis poemas favoritos de Jorge Luis Borges.

Algunos amigos que gustan de la lectura me han dicho que a veces se “saltan” el prólogo de los libros y todos tienen sus razones: unos se aburren, otros no quieren sentirse  “predispuestos” a la lectura que viene, a algunos no les gustan los análisis críticos o las largas introducciones, etc.

Yo generalmente leo los prólogos; aunque más de alguna vez los he obviado debido a mi ansiedad de entrar directamente en materia, es decir, en el libro en sí. Ahora bien, los libros de Jorge Luis Borges puedo decir que son un caso muy especial. Me encantan sus prólogos, los prólogos que él mismo escribe para sus libros; incluso a veces escribe epílogos, y todos son tan fascinantes como los contenidos de sus libros propiamente dichos. Realmente disfruto de sus introducciones y sus dedicatorias. Uno de mis prólogos favoritos de él es el del libro «El Hacedor».

Hace poco compré un libro maravilloso, una joya de verdad: la «Poesía completa» de Borges. Varios de los libros ahí contenidos ya los había leído, pero de muchos otros no conocía ni un solo poema o solamente conocía algún par de versos dispersos en antologías.

El libro, de 670 páginas, abarca desde «Fervor de Buenos Aires» (1923) hasta «Los conjurados» (1985). Sería muy difícil decidirse y decir cuál de los libros de poesía de Borges es el mejor, y más aún, inclinarse por alguno de sus poemas para nombrarlo como el más sobresaliente. Sin embargo, hay un poema que siempre me ha gustado mucho y es «Otro poema de los dones», que pertenece a su libro «El otro, el mismo», de 1964. Quizás me gusta tanto porque me siento identificado con el sentimiento armonioso de agradecimiento que posee y por la manera espléndida en que parece abarcar el mundo entero; pero también por las profundas revelaciones que, en bellas figuras poéticas, Borges nos lanza a la consciencia con su peculiar manera de escribir. Me encanta, por ejemplo, lo que dice sobre la rosa,  o el énfasis que hace del contraste físico entre el diamante y el agua, o la manera en la que se refiere a la música al final del poema, o la mención que hace de su abuela paterna de origen inglés: Frances Haslam, etc.

Hay que hacer ver que en 1960, Jorge Luis Borges publicó su libro «El Hacedor», en donde venía incluido el poema titulado «Poema de los dones», que es también maravilloso. Pero en esta ocasión quiero compartir con ustedes la bella composición «Otro poema de los dones».

Óscar Perdomo León

***

OTRO POEMA DE LOS DONES

Gracias quiero dar al divino

laberito de los efectos y de las causas

por la diversidad de las criaturas

que forman este singular universo,

por la razón, que no cesará de soñar

con un plano del laberinto,

por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,

por el amor, que nos deja ver a los otros

como los ve la divinidad,

por el firme diamante y el agua suelta,

por el álgebra, palacio de precisos cristales,

por las místicas monedas de Ángel Silesio,

por Schopenhauer,

que acaso descifró el universo,

por el fulgor del fuego

que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,

por la caoba, el cedro y el sándalo,

por el pan y la sal,

por el misterio de la rosa

que prodiga color y que no lo ve,

por ciertas vísperas y días de 1955,

por los duros troperos que en la llanura

arrean los animales y el alba,

por la mañana en Montevideo,

por el arte de la amistad,

por el último día de Sócrates,

por las palabras que en un crepúsculo se dijeron

de una cruz a otra cruz,

por aquel sueño del Islam que abarco

Mil Noches y Una Noche,

por aquel otro sueño del infierno,

de la torre del fuego que purifica

y de las esferas gloriosas,

por Swedenborg,

que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,

por los ríos secretos e inmemoriales

que convergen en mí,

por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria,

por la espada y el arpa de los sajones,

por el mar, que es un desierto resplandeciente

y una cifra de cosas que no sabemos

y un epitafio de los vikings,

por la música verbal de Inglaterra,

por la música verbal de Alemania,

por el oro, que relumbra en los versos,

por el épico invierno,

por el nombre de un libro que no he leído: Gesta Dei per Francos,

por Verlaine, inocente como los pájaros,

por el prisma de cristal y la pesa de bronce,

por las rayas del tigre,

por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,

por la mañana en Texas,

por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral

y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,

por Séneca y Lucano, de Córdoba,

que antes del español escribieron

toda la literatura española,

por el geométrico y bizarro ajedrez,

por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,

por el olor medicinal de los eucaliptos,

por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,

por el olvido, que anula o modifica el pasado,

por la costumbre,

que nos repite y nos confirma como un espejo,

por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,

por la noche, su tiniebla y su astronomía,

por el valor y la felicidad de los otros,

por la patria, sentida en los jazmines

o en una vieja espada,

por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema,

por el hecho de que el poema es inagotable

y se confunde con la suma de las criaturas

y no llegará jamás al último verso

y varía según los hombres,

por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos

por morir tan despacio,

por los minutos que preceden al sueño,

por el sueño y la muerte,

esos dos tesoros ocultos,

por los íntimos dones que no enumero,

por la música, misteriosa forma del tiempo.

***

Revisión de ortografía y redacción: Laura María Perdomo Pacas.
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EL INMORTAL, de Jorge Luis Borges 
BORGES ORAL. Jorge Luis Borges en la universidad de Belgrano.

HUGO LINDO. Programa de radio en homenaje al poeta salvadoreño. Lectura de su libro «Maneras de llover».

Hugo Lindo

Hugo Lindo (1917-1985) fue novelista, poeta, abogado y diplomático salvadoreño. Este día quiero presentar un programa de radio grabado en el año 2005 y realizado como un homenaje al gran escritor cuscatleco. Y para concretar el homenaje escogí su libro «Maneras de llover».

«Maneras de llover» es un libro de poemas publicado por primera vez en España en 1969 y la segunda edición la hizo en El Salvador la Dirección de Publicaciones en 1982.

Este programa lo disfrutarán los amantes de la poesía; pero también los que gustan de la música, porque en pequeños intermedios, podrán escuchar algunas composiciones  de Branford Marsalis, Silvio Rodríguez, Rubén Blades, Antonio Carlos Jobim y Café Tacuba.

Texto:

Óscar Perdomo León

Imagen de Hugo Lindo extraída de Google.

RODOLFO GÓCHEZ. ESCUCHANDO AL POETA. Un cortometraje documental salvadoreño.

Este documental era una especie de cuenta pendiente conmigo mismo, porque siempre andaba pensando en hacer algo sobre mi ciudad natal, Atiquizaya (Ahuachapán, El Salvador), y el poeta Rodolfo Góchez (1919) que es originario de esa ciudad y es un personaje humano y literario interesante, me dio a través de su talento, la oportunidad de conseguirlo.  Así que a través de él estoy llegando hasta mi querida ciudad.

En este siglo XXI en que vivimos, en donde las comunicaciones son tan rápidas y las distancias se han reducido increíblemente, y buena parte de la población mundial tiene acceso a Internet, y la vida la vivimos agitadamente, corriendo de un lado para otro, es un tiempo en donde, a pesar de que las oportunidades han aumentado con respecto al pasado, muy pocos leen libros; la mayoría prefiere leer únicamente frases breves en twitter o palabras superfluas en facebook. Por eso encontrarme con Rodolfo Góchez, un hombre nacido a principios del siglo pasado que se nutrió de educación de una manera autodidacta, no deja de causarme admiración y asombro. Además su sensibilidad hacia la poesía es tan grande, de tal manera que no sólo la lee, sino también la escribe, que inmediatamente me atrajo para tomarlo como personaje de este documental.

Pero no sólo la poesía ha sido su vida, sino también el dibujo. Además su labor como empresario del cine-teatro Fox de Atiquizaya fue muy interesante y enriquecedora culturalmente hablando para la ciudad de Atiquizaya. Vale la pena también escucharlo contar sus anécdotas, escuchar sobre su amistad con el actor mexicano Tin Tan u oír sus opiniones sobre algunos de los más conocidos escritores salvadoreños, como Pedro Geoffroy Rivas o David Escobar Galindo, por ejemplo, para sumergirnos en un mundo en donde el pasado se mezcla con el presente.

Quiero decir además que este documental no hubiese sido posible sin la participación de mi querida esposa Érika. Ella y yo somos ÁRBOLESDEFUEGO, la pequeña empresa con la que contra viento y marea llevamos a cabo nuestros humildes proyectos audiovisuales.

Quiero que sepan asimismo que sin la participación de mi tío  Henry Perdomo Escobar, quien aportó una gran cantidad de información tan valiosa e importante sobre el poeta Góchez, este documental no hubiese quedado igual. Además, un punto esencial del cortometraje es cuando mi tío Henry lee el poema “Ecce Homo”: nadie pudo haber leído de mejor manera ese poema, ustedes se darán cuenta que en la voz de mi tío hay una potencia notable y una gran fuerza expresiva, volumen suficiente y mucho corazón y, por si fuera poco, una dicción perfecta.

Los invito, pues, a que vean el cortometraje documental RODOLFO GÓCHEZ. Escuchando al poeta.

Texto:

Óscar Perdomo León

Fotografías:

Érika Valencia-Perdomo

Este mismo artículo con vídeo incluido fue publicado por primera vez, la semana pasada, en el blog LA ESQUINA DE ÉRIKA Y ÓSCAR 

Créditos del documental:
Un cortometraje dirigido por ÉRIKA VALENCIA-PERDOMO y ÓSCAR PERDOMO LEÓN
Importante intervención de HENRY PERDOMO ESCOBAR, maestro y empresario, amigo del poeta y conocedor de su obra.
Montaje: ÉRIKA VALENCIA-PERDOMO y ÓSCAR PERDOMO LEÓN
Música compuesta por: ÓSCAR PERDOMO LEÓN
Arreglos musicales e interpretación: ARECIO D´ LEÓN y ÓSCAR PERDOMO LEÓN

QUERIDO HOMO SAPIENS. Un libro de Rafael Mendoza, El Viejo.


Rafael Mendoza Mayora

Cuando todos callaron, Rafael Mendoza habló.

Déjennos explicarles. Hace muchos años, sentados en una de las butacas del auditórium Miguel Mármol de la Universidad de El Salvador, escuchamos por primera vez al poeta Rafael Mendoza, leyendo un poema de su propia producción: «Vida, pasión y muerte de un poeta», dedicado a otro gran poeta salvadoreño: Roque Dalton. Eran los primeros años de la guerra civil salvadoreña. En aquellos tiempos turbios, confusos y aciagos, cuando todos guardaron silencio tras la muerte de Dalton, Rafael Mendoza, por el contrario, fue el primero en reivindicar positivamente la memoria de Dalton. Cuando todos callaron, Rafael Mendoza habló. Y este es un precedente importante, esto dice mucho de Mendoza. Fue un gesto poético y humano de alguien que se ha mantenido por mucho tiempo fiel a sus ideales en pro de la justicia, en pro de la raza humana. Así que leer ahora su libro de poemas «Querido Homo sapiens» ha sido para nosotros una confirmación a nuestra manera de entender la obra poética de Mendoza. Es una obra cargada de humanismo, pero también de una calidad poética reconocida por los expertos en esta materia.

En un tiempo en donde algunos predican que la poesía debería alejarse de los problemas sociales y volverse intimista y hasta quizás indiferente, somos testigos a través de «Querido Homo sapiens» de una voz que se preocupa por el destino de los más desposeídos y por el planeta herido por los abusos del poder mundial, una voz que sin ser religiosa pareciera predicar en el desierto. Estamos sordos a la destrucción de nuestra tierra, la sociedad del tercer mundo pareciera ir en un declive hacia el cuarto mundo, en medio de las drogas y los asesinatos.

Sin embargo, no vayan a mal interpretarnos. «Querido Homo sapiens» no es un manual de pesimismo. En él se denuncian los absurdos e injusticias de este mundo; pero en un tono sereno, conciliatorio con la razón, con la esperanza. Pero no por eso dejan de ser palabras firmes, con una intensa fuerza y una convicción verdadera. En esas palabras encontramos una poesía llena de denuncia reflexiva, sin los rencores irracionales de los inmaduros. Sus palabras son profundas, con el sello del vino reposado por largo tiempo.

A través de sus versos nos damos cuenta que el hombre ha creado «empresas asombrosas»; pero también grandes desastres, como el derrame de petróleo en el mar. Pareciera que el desarrollo intelectual ha desembocado en avaricia, envidia e hipocresía. Y aun así, el hombre prefiere  vivir en lo vano y lo superficial, en lugar de pensar y profundizar acerca de las cosas. Pareciera que el ser humano todavía es el mismo ser primitivo que vivió en las cavernas.

«Querido Homo sapiens» descubre y denuncia, pues, al ser humano que ha invertido grandes cantidades de dinero en la investigación del espacio exterior, pero que ha olvidado explorar su propio ser interior. Es cierto que través del dolor somos conscientes de nuestra existencia. Y eso le interesa a Mendoza; pero también le preocupan las guerras creadas por el poder y los desastres naturales a causa del daño a la ecología.

«Querido Homo sapiens» es un examen de consciencia, un viaje intimista al centro de la humanidad, representa el eslabón perdido entre el Hombre y el hombre. Sus páginas están llenas de reflexiones, anhelos, sueños concretados y sueños perdidos. Escrito hace 30 años, las palabras de este libro son hoy, quizás, tan vigentes e impactantes, como lo fueron al ser concebidas por Mendoza. 

Ante un mundo achicado por la era del ciberespacio, este poemario revela que aún se puede llegar a lograr la conexión perdida con la gran energía universal, o, lo que para muchos otros, será la línea de unión entre Dios y su pueblo.

Más que un llano poemario, «Querido Homo sapiens» es un cántico hacia, desde y para la vida. En cada verso Rafael Mendoza desnuda palmo a palmo la mediocridad, la mentira, lo perverso, el desdén y la hipocresía que rodea al ser humano. Mendoza nos deja sin nuestros vestidos harapientos y nos muestra al hombre que somos en verdad. Al sentirnos vulnerables nos obliga a iniciar nuevamente nuestro camino alejándonos del carbón que por años hemos sido, para acercarnos al diamante que podemos llegar a ser.

La crítica al hombre sencillo y corriente trasciende cuando Mendoza evoca a las grandes potencias económicas, el espacio y los satélites artificiales; es ahí cuando orgásmicamente llegamos al culmen de su pensamiento. Es ahí cuando descubrimos que el consumismo, la deshumanización, la alienación y el ser por el tener, nos han engullido vorazmente. Todos nosotros estamos en esto, unos primero y otros después, unos más que otros, pero todos al fin hemos estado en más de una ocasión segados por el dolor, el rencor, el desprecio, el amor y el desamor, y el deseo de tener algo más que posiblemente no necesitemos. La indiferencia ha salpicado nuestros corazones, y es ahí donde «Querido Homo sapiens» nos toma de la mano y nos lleva, línea a línea, párrafo a párrafo, mostrándonos nuestro errores como humanos que somos y nos hace reflexionar sobre nuestro futuro y el de las nuevas generaciones, esas que aún no han nacido y que bajo sus pensamientos y actuaciones nuestro planeta vivirá o morirá.

Magistralmente Rafael toca el tema de la Divinidad y nos hace ver cómo perfectamente hemos manipulado su existencia para nuestra conveniencia y para calmar y callar nuestras conciencias.

Nuestro Rafael nos quita el pañuelo que cubre nuestros ojos y ciega nuestro interior, hace que irremediablemente entremos en terrenos escabrosos y escandalosos para algunos, cuando duda de la creación del Hombre a imagen y semejanza de Dios.

Pero más allá de que estemos o no estemos de acuerdo con Mendoza y antes de que juzguemos sin haber reflexionado, «Querido Homo sapiens» nos hace pensar, meditar e indagar en nuestro interior. Es de la mano de Rafael que este libro nos da la pauta para cambiar y nos enseña que el Hombre tiene futuro, siempre y cuando que seamos «humanos» y dejemos que nuestro interior palpite desde el centro hacia afuera, ese centro en donde la «V nos palpita, la V de Vergüenza, Verdad, Victoria» y Valor.

«Querido Homo sapiens»  nos invita a un camino de moral y ética, cuando nos pide que andemos por el lado justo, por la verdad, sin juzgar y aprendiendo a aceptar a todos y a nosotros mismos.

Si esto último lo pusiéramos en la práctica cotidiana, médicos, artesanos, escritores, abogados, presidentes, estudiantes, docentes, alcaldes y diputados, entonces, otro gallo nos cantaría. Y quizás Rafael Mendoza no habría parido a nuestro «Querido Homo sapiens».

Óscar Perdomo León y Rafael Mendoza Mayora

Hay que recalcar que «Querido Homo sapiens» es una denuncia del Hombre por el hombre; pero también es un canto por la vida, es un testimonio de nuestros días y, al mismo tiempo, un espejo en donde podemos vernos la consciencia.

Texto y fotografías:

Érika Valencia-Perdomo

Óscar Perdomo León

Artículo relacionado: FOTORREPORTAJE DE LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO QUERIDO HOMO SAPIENS 

EL MAR. Un poema de Roque Dalton.

En un momento cuando ya no se puede creer en ningún político salvadoreño, ya sea de izquierda o de derecha, en un año en que la economía y el tejido social salvadoreño han sufrido una degradación enorme, nos aferramos a las figuras que mantuvieron, mientras estuvieron vivas, una conducta fiel a sus ideales. Amamos a aquellos que hicieron cosas bellas y elevadas, mientras otros traicionaban al ser humano o desperdiciaban su vida en labores superfluas.

Por eso en este nuevo aniversario, que es el  número 76 de su nacimiento y el número 36 de su asesinato, volvemos los salvadoreños a recordar a Roque Dalton (1935-1975).

En su memoria, yo transcribo aquí, literal, uno de sus más bellos poemas: «El mar», escrito en la Habana, Cuba, en 1962.

Óscar Perdomo León


EL MAR

A tati, Meri, Margarita, con quienes compartí una ola…

I


Hay grandes piedras en tu oscuridad tempestuosa
grandes piedras con sus fechas lavadas por tu sombra
porque hasta el sol de día cómese tu sombra                                                                              cruje en el frío despidiéndose del aire                                                                                                  que no se atreve a penetrarte.

 Oh! mar donde los desesperados pueden dormir                                                                                arrullados por explosiones impasibles                                                                                   alfabeto del vértigo paisaje diluido que los muros envisten                                                           las gaviotas y la espuma de los peces son tu primavera                                                                   la furia es una pirámide verde                                                                                                               una resurrección del fuego más agudo tu clima                                                                                   tu mejor huella sería un caracol                                                                                           caminando  con pasos de niño el desierto

(Amé siempre esas poblaciones disímiles                                                                                             al parecer robadas de las manos del mar                                                                                               pequeñas villas junto a la arena                                                                                                     puertos escandalosos en la ebriedad del salitre                                                                         caseríos tiritando entre la niebla llena de corales                                                                       grandes ciudades titánicas frente a las tempestades humilladas                                                 aldeas de pescadores ciegos bajo un faro de aceite                                                                 factorías acechantes entre los manglares con un largo cuchillo

Valparaíso como una gran cascada en suspenso                                                                               Manta Puná puertos del Ecuador que me negaron las hojas                                                           Buenaventura aromática como un gran puerto sucio                                                                     Panamá con los ojos punzados por la depravación                                                                           Cartagena siempre aguardando a los piratas hambrienta                                                             Willemstadt náufraga en los dominios del petróleo                                                                           Tenerife y su dulce copa de vino                                                                                                   Barcelona bostezando entre los bancos y los carabineros                                                             Nápoles bellamente tumefacta                                                                                                               Génova Leningrado Sochi La Guaira Buenos Aires                                                                           Montevideo como una margarita                                                                                                             Puerto Limón Corinto                                                                                                                             Acajutla en una lenta playa de mi patria                                                                                       todos mirándose en el espejo grave que surcan los delfines                                                         apartando como un sable veloz                                                                                                                 las infinitas espigas de esmeralda.)

II

…sal de los sacrificios…
García Lorca

Si la noche rescata su cúpula de fósforo                                                                                               y tus perdidos maonstruos bajo el rayo se arrugan                                                                      los  peces desatados son diez rápidos niños                                                                                    que maduran profundos el himno de la escama

El oxígeno muerto sobre los minerales                                                                                       cuando pasa un desfile de hipocampos dorados                                                                enturbia el agua verde con su herida maldita                                                                    mientras prosigue sordo el rito de los pulpos.

Sal de los sacrificios vecindad corrosiva                                                                                           luz sin fuego mordiente quemadura licuada                                                                             pálida sangre antigua de corriente furiosa                                                                                donde los ahogados resucitan su fiebre

El mar el mar entierra su salada noticia                                                                                                el mar devora sordo la solar quemadura                                                                                            el mar alza su rostro su cicatriz al cielo                                                                                                 el mar recae roto al cuido del abismo

En los embarcaderos nos engaña el aroma                                                                                        de las algas vencidas de los peces amargos                                                                                       el mar no es un cadáver es un sueño azotado                                                                                  un móvil laberinto donde tiemblan los astros

ESTUARIO

Hoy has bajado desde el monte negro                                                                                             otra vez sin tu lámpara.

(Vienes a mí en sigilo de dulce delincuente                                                                          evadiendo las miradas curiosas de la aldea                                                                                        la envidia de las viejas hundidas en el calor                                                                                    los gritos de los niños tratando de prenderse de tu frescura.)

Nos hemos quedado desnudos mirándonos en la suave oscuridad

recordando los viejos días que siempre renacen en la sangre                                                      y a la hora de amar hemos sido tiernos como nunca                                                                 poblados de pequeñas palabras como nunca                                                                             todos nuestros sentidos abiertos como una flor al sol.

He despertado antes del amanecer                                                                                                          y veo que ha quedado la forma de tu cuerpo                                                                                  retenida en la almohada.

Y he salido a lavarme con el agua de la lluvia de anoche                                                                  y se me ha olvidado cantarle a las gaviotas                                                                                como todos los días…

III

Un barco cargado de                                                                                                                                  tedio                                                                                                                                                                     un barco cargado de grupos taciturnos                                                                                       escapando con muerta lentitud a las mandíbulas del sargazo.                                                    En la proa cortamos el gran muro del aire                                                                              silenciosos estamos pensando en el país                                                                                        donde el amor quedó temblando en su primera soledad.                                                          Los libros están húmedos de sal                                                                                                              y el agua desde aquí parece una gran plaza desértica.                                                              ¡Qué jerarquía la de su soledad azotada!                                                                                                ¡La de su fría desnudez de piedra negra                                                                                                  que allá en el horizonte languidece en los brazos del viento!

ESTUARIO

Ha terminado el amanecer de los nadadores. No estoy comprometido.                             Yo solamente abro la ventana                                                                                                                   para que os venga la gran rosa del yodo                                                                                                la más diseminada la violenta rosa                                                                                                      que es aquí todo y en todo establece su tacto.

Cuando os veo desnudos amándoos bajo la leve sábana                                                                -temblorosa mirada bajo los párpados cerrados-                                                                          Sé que no es sólo este mundo de borde marino                                                                            este filoso olor a sal caliente                                                                                                                      lo que me enrostra las húmedas añoranzas.

Nunca debí dejarla ir.

Lo siento más en ciertos domingos como este domingo once                                                    en que no os importa al final presencia                                                                                                y copuláis largamente                                                                                                                        furiosamente bajo la leve sábana                                                                                                temblorosa mirada bajo los párpados cerrados.

IV

El día en que el padre pez prolonga su castigo en el aire                                                                  el día en que se arriesga en el aire letal                                                                                              prendidas a su última escama restos de algas                                                                                       restos de pálidas algas amarillas                                                                                                sobrevientes a no sé cuál sumergimiento                                                                                            el día en que mi herida se detiene en la orilla de la espuma                                                         al margen de su agresión diseminada de sus volátiles                                                        dientecillos                                                                                                                                                      el día en que la marisma es el horizonte                                                                                        volcada en su ebriedad la rosa de los vientos                                                                                      no se puede                                                                                                                                                      no se puede sino pensar en los laberintos que debemos                                                              en los hondos secretos que nos enmarañan el corazón.

Y no caben los exorcismos es el vacío pleno                                                                                      el desasosiego en medio de la humedad poderosa                                                                  todas las preguntas se van al fondo de los huesos                                                                             y ahí se quedan como las estaciones de año desgraciado.

Ni el sumum de las huellas podría amotinarse                                                                          a contrasombra se nos duerme la sed                                                                                                   y sólo la desnudez de las palomas resuena                                                                                         en el oído que se confiesa hastiado de los golpes.

(Cómo quisiéramos ir hasta la raza de la clava hasta el murmullo                                          seguro se sí mismo en la intimidad subterránea                                                                                ¿pero cuál llave cuál cerrojo besar                                                                                                            que no nos venda a las facciones del guardián                                                                             con qué amargura echar toda la suerte que nos queda                                                                     sin que nos haga resbalar en sus traidores                                                                                  vástagos resurgiendo de la ceniza?)

El mar y el momento son por ahora indescifrables.

Bebamos                                                                                                                                                      bebamos un vaso de este ron difamado                                                                                    alejémonos hacia la altura de la playa                                                                                                de este playa cuya arena es el cadáver de un mármol corrompido                                            y preparémonos para responder al sueño que vendrá.

Mayo de 1962.
Poema «El mar» extraído de: Dalton, Roque,  NO PRONUNCIES MI NOMBRE, poesía completa I, Colección Orígenes, No. 18, Dirección de Publicaciones e Impresos y CONCULTURA, San Salvador, 2005,   «El Mar», p. 517-527.
NOTA: Roque Dalton nació un 14 de mayo y fue asesinado un 1o de mayo (día de la madre.)
Enlaces de artículos relacionados y muy interesantes, que están en el Archivo Digital Roque Dalton, del periódico ContraPunto:
LA TRAGEDIA DEL HEREJE, escrito por Horacio Castellanos Moya.
EL INTELECTUAL «PENSANTE» VERSUS EL INTELECTUAL «OPERATIVO». EL DISCURSO ANTIINTELECTUAL EN EL «PROCESO» DE ROQUE DALTON, escrito por Luis Alvarenga.
LA RETÓRICA EN DALTON, escrito por Álvaro Rivera Larios.
«NO RECUERDO EL ASESINATO DE ROQUE DALTON, RECUERDO UN PROCESO POLÍTICO», entrevista a Jorge Meléndez, realizada por Tomás Andréu.
TENEMOS INCRUSTADAS UN MONTÓN DE ESPINAS DE ACERO. Entrevista por Fernando de Dios a Juan José Dalton.

VIDEO sobre la exposición de Roque Dalton en el MUPI.

Imágenes extraídas de: http://www.google.com.sv/search?tbm=isch&hl=es&source=hp&biw=1280&bih=699&q=roque+dalton&btnG=Buscar+im%C3%A1genes&gbv=2&aq=f&aqi=&aql=&oq=

Un poema de RODOLFO GÓCHEZ, para mi abuelo ÁNGEL PERDOMO. Y además, algo sobre la historia de un huéfano.

Este poema que viene a continuación lo escribió el poeta atiquizayense Rodolfo Góchez, quien, a sus 97 años, aún se encuentra activo escribiendo y además armando, poco a poco, un pequeño museo de literatura en un rincón cálido de su casa. Sueña que en un futuro los jóvenes de Atiquizaya puedan visitarlo y aprender algo sobre arte. Hace un par de días visité a don Rodolfo y me mostró un poema que escribió para mi abuelo, Ángel Perdomo, quien era su amigo.
La historia de mi abuelo, que fue huéfano de padre y madre desde niño, es muy dura; pero también es un ejemplo a seguir en muchos sentidos.  Les contaré un poco sobre su vida más adelante, después de mostrarles el poema del que les hablo.
Óscar Perdomo León

 

 ANTE SU FERETRO

No pude ver la decisión postrera

de tu encendida llama contra el viento,

ni el último recurso que tu aliento

puso al final de la glacial frontera.

 

No pude estar en la intrigante espera

que dio a tu corazón el desconcierto

para negarle el ostensible acierto

del convulsivo reto que te hiciera.

 

¡Ya estabas deshojado como un roble!

¡Sereno… en actitud imperturbable

como desciende el sol en el ocaso…!

 

Y ante la estupefacción de tu alhaja

un hastapronto yo atiné en voz baja,

con unción de responso… en tu regazo…

Poema escrito por

Rodolfo Góchez

LA HISTORIA DE UN HUÉRFANO

A principios del siglo XX nació mi abuelo Ángel Perdomo y a muy temprana edad quedó huérfano (él y otros hermanos) de padre y madre. Y siendo un niño de 6 ó 7 años, se marchó a pie de Atiquizaya,  su pequeño pueblo natal salvadoreño, hacia Guatemala, en una tarde de mucho viento y frío. Se fue siguiendo una caravana migratoria. Su historia podría parecer falsa, pero es tan verdadera como la luz del sol que nos alumbra.

Podrán imaginarse el desamparo, el hambre y la soledad que pudo haber sentido este pequeño niño, caminando entre extraños, siguiendo una ruta desconocida y desligándose de sus otros hermanos huérfanos.

Caminaron muchos días y descansaron bajo los árboles. Apenas sí comían. Al mediodía de uno de tantos días, llegaron a un pequeño pueblo chapín. Mi abuelo se sentó a descansar a la orilla de un zaguán y vio que adentro había una sastrería. Los trabajadores se afanaban encima de las telas y por momentos, sin dejar de trabajar, platicaban y bromeaban entre ellos. El pequeño niño se quedó mirando hacia adentro y, cansado por el largo viaje, ya no se movió de allí. Cuando eran como las seis de la tarde el dueño de la sastrería, que empezaba a cerrar las puertas, vio al pequeño sentado con la cara sucia e inocente y le dijo:

-Niño, andáte para tu casa, te van a regañar tus papás.

Y el niño, con la mirada totalmente sincera y con la voz firme le contestó:

-Yo no tengo casa ni papás.

-¿Y de dónde venís, pues?

-De Atiquizaya.

-Mirá, mujer -le dijo el viejo sastre a su esposa- este pobre patojo no tiene donde dormir. Dale un poco de comida.

Y el niño entró apresurado al oír la palabra comida, sin saber que se iba a quedar en esa casa durante varios años. Esa noche por fin durmió bajo techo. Esa noche por fin no tuvo pesadillas.

Al día siguiente, muy temprano, el pequeño niño, sin que nadie le hubiera dicho algo, se puso por su cuenta a barrer la basura que quedó en el taller de la sastrería y luego se fue a acarrear agua del pozo. Cuando el viejo sastre despertó y vio lo que el niño había hecho le dijo a su mujer, con una sonrisa de satisfacción:

-Mirá qué patojito más arrecho, ¡ya se ganó el desayuno!

Y así mi abuelo conquistó el cariño del viejo sastre, de quien poco a poco aprendió el oficio. Cuando cumplió 14 años de edad recibió de regalo unas tijeras, grandes y filosas. Pero cuatro días después el viejo sastre falleció y mi abuelo volvió a quedar huérfano, una vez más. Entonces decidió regresar a El Salvador.

Ángel regresó a su ciudad natal y pequeña con la habilidad de ser sastre y con un par de tijeras en sus manos. Era todo lo que tenía. Pero era un joven emprendedor, con la frente amplia y los ojos negros; su cabello rizado siempre estaba bien recortado. Tenía una estatura mediana. Traía una experiencia grande a su corta edad, ganada a fuerza de golpes y de prisa; parecía que su lema favorito era resistir. La tragedia de muerte, una tras otra, y la espinosa quemadura de la pobreza y la orfandad, le habían revelado, felizmente, que él era un muchacho valiente, un hombre valiente, un sobreviviente tenaz; por eso en su mirada había un filo de audacia y de firmeza; sus movimientos eran varoniles y seguros; y había en su corazón, trotando, un caballo de larga crin y de gigantesca estatura.

Así que Ángel empezó a hacer pantalones por encargo de uno de los almacenes de la ciudad. También comerciaba con guatemaltecos que llegaban cada mes, con sus ventas de colchas, frutas, etc. Acostumbrado desde niño al esfuerzo, y al esfuerzo intenso, no cedía nunca ante la holgazanería; por el contrario, siempre estaba dedicado a su trabajo u ocupado pensando en cómo hacer crecer su incipiente negocio. Fue entonces que, para esos días, le pidió prestado a su hermano Emigdio 50.oo colones, para invertir en telas y otros artículos. Buscando telas fue como conoció a la mujer que sería su verdadero amor. Ella era una joven santaneca que llegaba a Atiquizaya a vender telas con su madre. Era una muchacha de rostro bonito y con una expresión deliciosamente serena. Sus ojos oscuros contrastaban armónicamente con su piel clara. Su cabello, el cual le daba un no sé qué de altivez que no ofendía, era negro, liso y muy bien cuidado. Su nombre era Ana Domitila y ya tenía un hijo, como madre soltera. Era, al tratarla, alegre y muy comunicativa.

De tal manera, que el día que se conocieron no se hizo esperar. Desde el primer día que Ángel se acercó a ella para comprarle telas, hubo entre ellos un chispazo, un entendimiento silente, un saber que entre ellos inevitablemente algo pasaría.

Ángel vivía en un cuartito sin luz eléctrica. Y sin importar eso, con el tiempo, Ana Domitila lo siguió y se fue a vivir con él a ese lugar. Era un espacio pequeño pero lleno de amor.

Con los años, impactados de trabajo y sacrificio, Ángel llegó a tener su propio almacén, en donde se vendían telas, zapatos, sombreros y otros artículos de vestir y del hogar. Además llegó a tener varias casas y automóviles. Y de una niñez plagada de pobreza y orfandad, pasó a tener las comodidades que el dinero da y, por si fuera poco, una familia numerosa.

Pero la vida, que no es justa, le tenía reservados dos golpes de muerte más, que lo apalearon intensamente: la muerte de su esposa Ana Domitila, en 1962, de una enfermedad crónica y rapaz. Y la muerte temprana, súbita e inmerecida, en 1972, de su hijo mayor, Óscar Alfredo Perdomo Escobar, quien era mi padre.

Pero Ángel Perdomo, que nunca fue un cobarde, siguió adelante con su vida. No era un insensible. Casi 20 años después de muerto mi papá, yo platicaba con mi abuelo y él no pudo evitar derramar unas lágrimas frente a mí al recordar a su hijo muerto. ¡20 años y todavía lloraba a su hijo! Dicen que es el dolor emocional más grande que un ser humano puede sufrir: perder un hijo.

En 1994 un infarto llevó a mi abuelo a ser hospitalizado en Santa Ana. Mi mamá lo fue a visitar y me cuenta que cuando ella entró a la habitación del hospital, él la miró y se le humedecieron los ojos. Creo que ya sentía que era su final y al ver a mi mamá volvió a recordar a su hijo muerto, es decir, a mi padre.

Al día siguiente,  mi abuelo se reinfarto y falleció, pienso yo que satisfecho de su vida y con una larga descendencia corriendo hacia el futuro.

Tres de las muchas bisnietas de Ángel Perdomo
Texto:

Óscar Perdomo León

Fotografías:

Érika Valencia-Perdomo

Óscar Perdomo León