Esta semana les dejo aquí en mi blog una joya poética: Ajedrez, dos sonetos escritos por el gran Jorge Luis Borges. Este poema pertenece a su libro El Hacedor, de 1960.
En el video podrán escuchar el poema de la propia voz del autor.
NOTA. ¿A quién se refiere Borges cuando dice que «la sentecia es de Omar» en su segundo soneto de Ajedrez?
Cuando Borges dice que «La sentencia es de Omar», se está refiriendo a Omar Jayyam (Omar Khayyām), el célebre poeta, astrónomo y matemático persa del siglo XI. Omar Jayyam es muy conocido, entre otras cosas, por sus «Rubaiyat» (poemas breves en cuartetas), en los que a veces usa la imagen del ajedrez como metáfora de la vida humana: los hombres son piezas movidas por un jugador oculto (Dios, el destino, o el azar), y finalmente todas las piezas son devueltas a la misma caja (la muerte).
En el contexto del poema de Borges, la «sentencia» de Omar a la que alude es justamente esa visión fatalista de la vida. Borges está evocando la idea filosófica de Omar Jayyam sobre la vida como un juego de ajedrez gobernado por fuerzas superiores, donde el destino de todas las piezas (los hombres) es, inevitablemente, desaparecer. Somos piezas en un tablero. Nos movemos sin entender el propósito. Terminamos todos igual, indistintamente.
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AJEDREZ
Para quienes no puedan hacer correr el video acá en mi blog, lo pueden ver dando un clic AQUÍ.
Voz: Jorge Luis Borges.
Libertango: Una composición de Astor Piazzolla.
Solo de bandoneón por: David Alsina.
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AJEDREZ
I
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
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Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
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Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
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En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
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No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
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También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
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Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?
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